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Gracia tenaz - Juan 17:20-21
Estudio Biblico
Cuando era un niño en los años setenta, a menudo cantábamos una canción en los eventos y campamentos de la iglesia con esta letra:
Somos uno en el Espíritu;
Somos uno en el Señor.
Y rezamos para que toda unidad sea restaurada algún día;
Y sabrán que somos cristianos por nuestro amor.
Recuerdo que pensé que era un poco cursi; luego, cuando era adolescente, lo descarté como un cliché y estilísticamente anticuado. Pero mirando hacia atrás ahora, puedo ver que esta letra es bastante profunda, reflejando en palabras simples la teología sofisticada de la unidad cristiana.
Es una lógica extraña: en Cristo, ya somos uno, pero aún no lo somos, por lo que debemos esforzarnos por lograr , mantener o restaurar nuestra unidad, hasta que finalmente logremos nuestra unidad perfecta y eterna.
Extraña lógica del cielo
Lo que hace que esta lógica de unidad sea extraña es que comienza con la afirmación de que ya somos uno; de lo contrario, sigue una progresión lógica natural. Pero esa es la cosa: esta lógica no es natural; es sobrenatural Es la lógica del cielo.
Y no se aplica sólo a la unidad. Vemos esta lógica a lo largo del Nuevo Testamento. El reino de Dios ha venido ( Lucas 17:20–21 ), y al mismo tiempo el reino de Dios está en proceso de venida ( Mateo 16:28 ). Los cristianos hemos “sido salvos” ( Efesios 2:8 ), y al mismo tiempo estamos en el proceso de “ser salvos” ( 1 Corintios 1:18 ). Los cristianos “han sido santificados” ( Hebreos 10:10 ), y al mismo tiempo estamos en el proceso de “santificarnos” ( Hebreos 10:14 ).
Entonces, cuando se trata de la unidad cristiana, no debería sorprendernos que se nos diga que “todos somos uno en Cristo” ( Gálatas 3:28 ), mientras que al mismo tiempo somos uno ( Efesios 4:13 ). Esta lógica refleja la naturaleza de esta época incómoda entre la inauguración y la consumación del reino de Cristo, que los teólogos cristianos llaman la era del ya-todavía no . En esta era, nuestra condición de santos redimidos es completa, pero nuestra experiencia de redención es parcial. Nos estamos convirtiendo en lo que somos.
Pero por extraña que parezca esta lógica celestial, tiene un sentido muy práctico en nuestra vida cotidiana como cristianos. Así es cómo.
'Ya' Combustibles 'Aún no'
El regalo inexpresable de Dios de la salvación en Cristo es algo que heredamos de nuestro Padre como sus hijos adoptivos ( Efesios 1:5 , 11 ). Pero este don heredado tiene una dimensión participativa :
Nuestra justificación ( Romanos 3:23–25 ) y la fe para recibirla nos son dadas por Dios como un regalo gratuito ( heredado ) de su gracia, y
la evidencia de que este don de la gracia está obrando en nosotros viene a través de nuestra ( participativa ) “obediencia a la fe” ( Romanos 1:5 ).
Es la dimensión participativa de nuestro don heredado de la salvación (y las innumerables facetas de este don, como la unidad de los cristianos) lo que explica la enseñanza del Nuevo Testamento sobre la gracia y las obras. El Nuevo Testamento enseña que somos salvos solo por la gracia de Dios ( Efesios 2:8–9 ), y que las obras son necesarias para nuestra salvación ( Santiago 2:24 ). Esto puede parecer una contradicción, pero no lo es. Nuestras obras no son necesarias en el sentido causal : no merecemos la salvación por nuestras obras. Nuestras obras son necesarias en el sentido de evidencia : el fruto de las obras crece orgánicamente en las ramas que por la fe permanecen en la “vid verdadera” ( Juan 15:1 , 5 ).
Esta es la realidad del nuevo pacto de “por gracia mediante la fe” ( Efesios 2:8 ). Somos salvos solo por gracia a través del don de la fe únicamente, y la evidencia observable de que somos herederos del don de la gracia de Dios de la salvación se manifiesta a través de nuestra “obra[s] de fe y labor[es] de amor” ( 1 Tesalonicenses 1 :3 ) — nuestra obediencia de fe. A eso se refería Jesús cuando dijo: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” ( Juan 14:15 ). Y es a lo que su hermano Santiago se refería cuando dijo: “Por mis obras os mostraré mi fe” ( Santiago 2:18 ).
Ahora, así es como el cielo ya funciona, todavía no funciona la lógica en lo que respecta a nuestra unidad heredada como cristianos. Creer que ya somos uno alimenta nuestra fe en la promesa de Dios de que, en última instancia, seremos perfectamente uno . Y alimenta nuestra esperanza de que todas las obedientes obras de fe y trabajos de amor para lograr, mantener o restaurar nuestra unidad en esta época parcial, por más desalentadoras y fútiles que a veces nos parezcan, no sean en vano en el Señor. ( 1 Corintios 15:58 ).
Nuestro deber: Gracia tenaz
Pablo emplea esta lógica celestial cuando insta a los efesios (y a nosotros) a buscar la unidad en los primeros versículos de Efesios 4 :
Yo, pues, preso por el Señor, os exhorto a que andéis como es digno de la vocación a que habéis sido llamados, con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor, solícitos en conservar la unidad de la Espíritu en el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como fuisteis llamados a la única esperanza que pertenece a vuestra llamada. ( Efesios 4:1–4 )
La unidad cristiana es parte del don heredado que recibimos cuando Dios, por su elección libre y soberana en la elección ( Efesios 1:4–6 ), nos llama al cuerpo de Cristo. Pero también es nuestro deber participativo “mantener la unidad del Espíritu” como parte de este don de la vocación de Dios.
Para tener una idea de la naturaleza exigente de este deber, esta obediencia de fe, solo necesitamos considerar la pequeña palabra todos en Efesios 4:2 . Debemos soportarnos unos a otros “con toda humildad y mansedumbre”. ¿Cuándo fue la última vez que realmente se sintió ansioso por mantener la unidad en una situación que requería que ejerciera toda la humildad o toda la dulzura, en otras palabras, en medio de un desacuerdo importante y frustrante? Sí yo también.
Esto es nada menos que un llamado a la gracia tenaz y al amor del Calvario. ¿Qué pasó en el Calvario? Muerte. Muerte voluntaria. Muerte voluntaria por amor. Muerte voluntaria por amor a favor de aquellos que no merecen ese tipo de amor. Esto es amor con barras de refuerzo en su resolución; esto es amor con una columna vertebral de acero.
Cuando Jesús nos ordenó amarnos unos a otros como él nos ha amado ( Juan 13:34 ), este era el tipo de amor del que estaba hablando.
por nuestro amor
Ese viejo estribillo que cantábamos hace cincuenta años terminaba con un estribillo convicto: “Y sabrán que somos cristianos por nuestro amor”. Es una paráfrasis cercana de las palabras de Jesús en Juan 13:35 : “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. Este podría ser un buen momento para recuperar ese viejo coro.
Repita ese estribillo unas cuantas veces juntos como iglesia y, si el Espíritu se mueve entre nosotros, provocará algunas preguntas difíciles. Especialmente cuando pensamos en cómo Jesús anhelaba y oraba por nuestra unidad:
No pido solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, así como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean en nosotros. , para que el mundo crea que tú me enviaste. ( Juan 17:20–21 )
Requiere el amor abnegado de la gracia tenaz para morir a nuestro propio pecado restante y tolerar con gracia el pecado restante en otros santos. Pero es este amor el que da testimonio de que somos seguidores de Aquel que dio su vida por sus amigos ( Juan 15:13 ).
Esta unidad es nuestra herencia en Cristo. Ya somos uno. Creer esto alimenta nuestra fe en la promesa de Dios de que, finalmente, seremos perfectamente uno. Y alimentará todas las obedientes obras de fe y trabajos de amor que logren, mantengan o restablezcan nuestra unidad en esta era parcial. Pero no podemos hacerlo solos. Necesitamos el Consolador ( Juan 14:26 ). Porque el amor que se requiere para mantener la unidad del Espíritu proviene del mismo Espíritu de unidad.
Jon Bloom
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PASAJE BIBLICO
Juan 17
17:20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,17:21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.