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¿Son compatibles la soberanía divina y la libertad humana en la salvación? - Hebreos 7:25

Estudio Biblico





Un número creciente de cristianos latinoamericanos está abrazando las doctrinas de la gracia. Sin embargo, muchas personas —tal vez tú— todavía luchan por reconciliar la compatibilidad entre la soberanía divina absoluta y la libertad humana en la salvación. Tiene sentido preguntarnos: ¿cómo puede Dios ser absolutamente soberano y la humanidad tener libertad para elegir? Tomando esto en cuenta, te presento una respuesta a esta pregunta complicada, desde una perspectiva calvinista.

La salvación depende enteramente de la gracia soberana de Dios
Los calvinistas atribuyen cada aspecto de la salvación a la gracia soberana de Dios, incluyendo la fe y la obediencia. Rechazamos el punto de vista común de que Dios predestinó para salvación a aquellos que Él sabía que creerían en Él por el libre albedrío. Ampliaré un poco más sobre esta postura más adelante.

Creemos que la gracia eficaz de Dios es la causa primaria de nuestra conversión (p. ej., 1 Jn 5:1; 2 Ti 2:25). Nuestra fe es la causa secundaria. Tomando en cuenta que siempre escogemos de acuerdo con nuestro deseo más profundo —que fuera de la gracia está esclavizado a escoger solo el pecado—, Dios primero debe actuar para restaurar nuestra habilidad de responder al evangelio. ¡Y Dios sí actuó!

En la eternidad pasada, Dios Padre puso Su afecto sobre un pueblo que Él reconciliaría para Sí mismo (Ef 1:5). Él miró a través del tiempo y determinó que amaría a un pueblo particular de una manera particular. Por Su amor enviaría a Jesús a rescatar a todo individuo que Él planeaba salvar. A esas mismas personas, el Espíritu Santo aplica eficazmente los beneficios de la obra redentora de Cristo.

Para que la gracia sea tal, la fe no puede ser una condición de elección. Al contrario, la elección es una condición para la fe (Hch 13:28). Por lo tanto, la fe es una respuesta a la obra soberana de Dios (Ef 2:8-10). Cuando Dios regenera al elegido —por medio del evangelio— Él permite que el pecador previamente indispuesto e incapaz sea convertido en un ser dispuesto y capaz de creer. No creemos para ser nacidos de nuevo, sino que somos nacidos de nuevo para poder creer (1 Jn 5:1). Aunque esto parezca contradictorio con la experiencia humana, es coherente con las Escrituras.

Hay compatibilidad entre la soberanía divina absoluta y la libertad humana
Lo que distingue al calvinismo de otras posiciones —como el fatalismo y el libertarismo— es la insistencia en la compatibilidad entre la soberanía divina absoluta y la libertad humana (Hch 2:23). Puede que parezcan incompatibles, pero ambos coexisten en la Escritura, incluso en el mismo pasaje (p. ej., Fil 2:12-13). Por eso el calvinismo acepta el misterio de la soberanía divina absoluta y la libertad humana e intenta articular la relación entre la soberanía meticulosa de Dios en la salvación y nuestra responsabilidad moral.
El libertarismo, por ejemplo, intenta reconciliar por la vía de la lógica nuestra libertad y la soberanía de Dios. Argumenta que Dios autolimita Su soberanía respecto a la humanidad, para no coaccionar, manipular o anular nuestro libre albedrío. A pesar de que los cristianos calvinistas reconocen la tensión bíblica, aceptan el misterio y rechazan cualquier incongruencia, e incluso sostienen que Dios nunca reacciona ni está limitado por nuestras acciones. Dios dirige de manera soberana el orden creado, incluyendo todas las decisiones humanas, sin repudiar la responsabilidad moral asociada a dichas decisiones ni implicarse a Sí mismo en acciones pecaminosas.

¿Cómo hace Dios esto? Cada decisión que tomamos tiene dos causas, una divina y una humana:

Primero, Dios es la causa primaria de nuestras decisiones. Como Creador, Dios orquesta de manera providencial todas las cosas de acuerdo con Su voluntad predeterminada (Sal 115:3; Is 14:27). Él crea, sostiene, reina sobre y trabaja por medio de las acciones humanas en niveles tanto macroscópicos como microscópicos (p. ej., Pr 16:9; 19:21).
Segundo, nosotros somos la causa secundaria pero cercana de nuestras decisiones. Nuestras decisiones son siempre una respuesta al plan predestinado por Dios. Nuestra libertad no es autonomía absoluta en la toma de decisión, sino que siempre escogemos aquello que nos es más deseable en cualquier circunstancia. Es decir, somos gobernados por nuestros deseos.
Como clarificación, antes de nuestra conversión, estamos en un estado de depravación e incapacidad total. Esto quiere decir que no hay nada que podamos hacer que por sí solo agrade a Dios (Ef 2:1-3). Pero Dios aun así gobierna nuestras decisiones. Nos dirige de manera predeterminada, mientras nosotros actuamos libremente de acuerdo con su decreto (Hch 4:27-29). Cada acción que realizamos y cada decisión que tomamos es por causa directa de algo fuera nuestro que afecta nuestra decisión. Pero somos libres porque actuamos de acuerdo con nuestro carácter y nuestros deseos. Aunque no somos forzados a escoger lo que escogemos, siempre escogemos de acuerdo con el plan soberano de Dios.
Nada puede estorbar los propósitos de Dios
Es erróneo reducir el calvinismo a sus cinco puntos. La realidad es que los cinco puntos articulan de manera acumulativa un punto primordial: Dios de manera providencial y eficaz está cumpliendo Su propósito eterno de darse a conocer y ser adorado por medio de la redención de Su pueblo (Col 1:16; Ro 11:36).

Por lo tanto, el calvinismo revela a un Dios que salva por completo sin eliminar la responsabilidad moral de los seres humanos (Heb 7:25). En otras palabras, el calvinismo ofrece una explicación de la compatibilidad entre la soberanía divina absoluta y la libertad humana para sostener la gloria de Dios como Señor soberano y la responsabilidad del hombre como agente moral.


CRAIG MCCLURE




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