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Joven mamá, puedes leer la Biblia. - Lucas 4:4
Estudio Biblico
Artículo de Abigail Dodds
Cuando tenía 12 años, la Biblia cobró vida para mí. Recuerdo quedarme despierto hasta tarde para leerlo debajo de mis sábanas. Lo llevaba conmigo donde quiera que iba, robando tiempo para leerlo, engullendo algunos versos aquí y allá. Eventualmente, mi apetito voraz por la Biblia se convirtió en un ritmo y una dieta estables. En la universidad, encontré un ritmo diario de lectura que se adaptaba a mi horario y me acompañó hasta el matrimonio. Sin embargo, todo eso pareció cambiar cuando Dios me dio niños pequeños.
Todavía quería leer su palabra, pero me costó mucho encontrar un ritmo que funcionara. Debido a que los bebés y los niños pequeños tienen necesidades y horarios cambiantes, yo también. ¡Las cosas siempre estaban cambiando! Desde la hora de la siesta hasta la cantidad de horas dormidas en la noche y las prioridades de educación en el hogar: mis días con varios niños pequeños fueron una mezcla extraña de repetición incesante y ajuste constante al cambio.
El caos me dejó preguntando lo que muchas madres cristianas han preguntado en algún momento u otro: ¿Cuándo llega mamá a estar con Dios?
Madrugadas para mamás
Mientras luchaba por encontrar una forma consistente de leer la Biblia, recuerdo claramente la sensación de impotencia cuando una persona bien intencionada me dijo que solo necesitaba levantarme muy temprano y leer antes de que los niños se despertaran. En ese momento, me levantaba varias veces durante la noche con un recién nacido mientras seguía atendiendo a los niños pequeños todo el día. La idea de dejar de dormir aún más parecía no solo físicamente imposible, sino extremadamente imprudente tanto para mi bienestar como para el bienestar de los niños dependientes a mi cargo.
Quizás, como yo, te encuentres en una situación similar. Y tal vez abandonar las horas físicamente necesarias (ya menudo muy pocas) del descanso nocturno ordenado por Dios no sea una solución sostenible para su problema de lectura bíblica inconsistente o inexistente. ¿Entonces, cuál es la solución? Primero, debes conocer tu necesidad desesperada de la palabra de Dios todos los días. Entonces debes reconocer que la palabra de Dios es más preciosa de lo que puedas imaginar, y tus ideales sobre cómo leerla son menos preciosos de lo que puedas imaginar.
Necesitas la Biblia todos los días
Una dificultad para comenzar a leer la Biblia es que hasta que comencemos a leer la Biblia con regularidad, nuestro apetito no se despertará para leerla. En otras palabras, nuestra hambre de Dios en su palabra se despierta no antes de leer, sino mientras leemos.
La Biblia es la gran reveladora. Nos muestra al Dios que nos hizo, nos posee, está justamente enojado con nosotros por nuestro pecado, y nos ama tanto que absorbió su ira por nosotros al enviar a su Hijo a morir en nuestro lugar y resucitar. Nos muestra a nosotros mismos: nuestra rebelión, nuestros miedos, nuestro orgullo, nuestra vergüenza, nuestro desierto y nuestra redención a través de la sangre de Jesús. Nos cuenta nuestra historia: la historia del pueblo de Dios, con todos sus colosales pecados y gloriosos tiempos de obediencia. Nos muestra qué no hacer y qué hacer. No hay libro en la tierra que pueda brindarte tanta ayuda práctica diaria para hacer morir el pecado y vivir para Dios. No hay libro tan relevante o poderoso para convertirte en una esposa, madre, hija, hermana o amiga más piadosa.
La palabra de Dios no es una novela que consumes y pones por escrito. No es una botella de vino de una vez al año que guardas para una ocasión especial. Es nuestro pan espiritual de cada día ( Lucas 4:4 ). Como tal, cuando lo leemos, simplemente nos estamos nutriendo y fortaleciendo para caminar todos los días con Jesús. Estamos fortaleciendo nuestros brazos para nuestras tareas cristianas diarias. Estamos fortaleciendo nuestros ojos para ver todo lo que nos rodea con los ojos de Cristo. Estamos afinando nuestros oídos para discernir la verdad de la falsedad, y para distinguir la voz de Dios de la voz del maligno.
Cuando dejamos de comer la palabra de Dios todos los días, nos debilitamos espiritualmente, y no el tipo de “débil” que Dios ama ( 2 Corintios 12:9 ). La debilidad llena de fe alimenta una desesperación diaria por conocer a Dios a través de la lectura de su palabra. Esa es la clase de debilidad a través de la cual el poder de Dios se perfecciona.
Puedes leer la Biblia todos los días
Cuando mi papá era joven en West Point, se sintió abrumado por la dificultad de sus clases. Con frecuencia me contaba historias sobre su compañero de cuarto que aprovechaba todos sus tiempos "intermedios" para estudiar. Ya sea utilizando los minutos libres de esperar en la fila para almorzar o aprovechando los espacios de tiempo entre clases, su compañero de cuarto pudo reducir sus estudios al redimir los momentos perdidos. Mi papá adoptó estos hábitos y descubrió que las clases que alguna vez lo abrumaron ahora eran manejables.
Utilicé sus mismos métodos de estudio en mis días de universidad, pero me tomó un poco más de tiempo darme cuenta de que también eran aplicables a mi abrumadora vida como madre. Comencé a notar que tenía minutos aquí y allá que podrían usarse para leer la Biblia si estaba dispuesto a ajustar mis expectativas de cómo sería mi tiempo de lectura de la Biblia.
¿Qué pasaría si pudiera leer mi Biblia mientras amamanto al bebé? ¿Qué pasaría si pudiera leer mi Biblia mientras los niños jugaban abajo y el bebé dormía la siesta? ¿Qué pasaría si pudiera leer mientras estoy sentado en el automóvil después de llegar a casa desde el parque, con todos los niños durmiendo en sus asientos? ¿Qué pasaría si, cuando no pudiera volver a dormirme en medio de la noche después de haberme levantado con el bebé, abriera mi Biblia y la leyera, en lugar de reflexionar sobre los problemas de la vida? ¿Qué pasaría si pudiera volver a despertar mi hambre de 12 años por la palabra de Dios, cuando la llevaría conmigo a todas partes y leería algunos versículos aquí y allá?
Y más allá de encajar la Biblia en los tiempos “intermedios”, ¿qué pasaría si aprendiera a retrasar los deberes menores y priorizar esta necesidad que da vida? ¿Y si leer esos tres capítulos de Ezra fuera más importante que limpiar inmediatamente después del almuerzo? ¿Qué pasaría si obligara a mi horario a girar en torno a mi lectura de la palabra, y no al revés? ¿Qué pasa si la palabra de Dios no está vacía, sino que realmente es nuestra vida ( Deuteronomio 32:47 )? ¿Cómo cambiaría eso mi consumo diario?
Flexibilidad y Consistencia
Verá, el consejo de levantarse muy temprano antes de que los niños se despierten para leer la Biblia es básicamente un buen consejo. Y si esa es tu costumbre, te animo a que sigas en ella. Asume que leer la palabra de Dios es mejor que dormir. ¡Y es! Pero en el caso de las mamás con pequeños, también supone que la lectura de la palabra de Dios es una tarea inflexible y solitaria en la que debemos elegir entre el sueño necesario y la lectura necesaria de la palabra de Dios. Si bien ese puede ser el caso en ciertos momentos, no siempre es así.
Leer la palabra de Dios es algo que se puede hacer con los niños alrededor. Se puede hacer con un bebé en brazos. Se puede hacer a través de su esposo leyéndole las Escrituras en voz alta durante la cena. Se puede hacer por la mañana, por la tarde o por la noche.
Cuando eres mamá de niños muy pequeños, una herramienta importante que necesitas para mantenerte alimentada con la palabra de Dios durante esos años muy cortos (pero muy largos) es la flexibilidad en la forma en que lees , junto con la consistencia en la lectura . Sea flexible acerca de cómo lee la palabra de Dios, y sea inquebrantablemente consistente en leerla. “¡Gustad, y ved que es bueno el Señor! ¡Bienaventurado el hombre que se refugia en él!” ( Salmo 34:8 ).
Leer la palabra de Dios es un deber de la misma manera que tomar un trago de agua en el desierto es un deber. Es un trabajo de la misma manera que desayunar es un trabajo. Es laborioso como es laborioso correr al encuentro de vuestro Padre amoroso. Es tedioso como es tedioso recibir una herencia. Queridas mamás, pueden leer la Biblia, pero más que eso, pueden leerla. Deja a un lado todas y cada una de las razones que te impiden hacerlo, y deja que Dios despierte tu hambre por él mientras lo escuchas en su palabra.
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