“Tus obras tendrán recompensa (…) afirma el Señor.” (Jeremías 31:16) No hay “padres perfectos”, solo hombre y mujeres buenos que aman a sus hijos hasta el final. A veces, parece que estuviéramos atrapados constantemente en un ciclo interminable, intentando atravesar esta época y evitar que todo se caiga a pedazos. No obstante, el amor es lo que nos ayuda a ver que, en realidad, estamos construyendo algo increíble: un legado. Una herencia familiar sólida. Una inversión para incontables generaciones que vendrán después de nosotros. Es lo que nuestro amor puede ayudarnos a visualizar cuando cerramos los ojos a la noche: la esperanza de formar generaciones futuras de guerreros y vencedores, y de bendecirlos en los años que vendrán. Lo hacemos mediante un sacrificio cotidiano, sueños esperanzados y trabajo duro. El legado del amor hablará a través de tu sabiduría, tu ejemplo y tu adoración.
A través de los años, siempre podrás ser una voz afirmadora en el corazón de tus hijos, y darles una seguridad renovada sobre los pasos saludables y positivos que están dando en la vida. Puedes ser la puerta abierta de consejo, siempre dispuesto, y con un oído atento y una palabra sabia cuando tus hijos enfrenten decisiones que superen su comprensión y experiencia. Puedes ayudarlo o bendecirlos en formas inesperadas en el ámbito financiero, con un regalo generoso que alivie su carga o amortigüe una crisis. Puedes orar, orar y jamás dejes de orar.
Después, podrás hacer todo otra vez por tus nietos, cuando surja la oportunidad y siempre y cuando haya recursos. Y todo esto gracias al amor (el amor de Dios) que se transmite a diario de padres a hijos. Siempre está allí. Siempre lo tienen presente. Siempre con afirmación, afecto y misericordia. El tiempo pasará, pero las olas de tu vida y tu influencia vivirán y repercutirán en el corazón, la mente y la fe de tus hijos. Así que, asegúrate de derramar todo el peso de tu amor especialmente sobre este lugar (estas relaciones preciosas e irremplazables), y bendecirás a Dios y al mundo a través de tus hijos. Tanto ahora como en los años que vendrán. Dios te dio a tus hijos para que pudieras presentárselos a Él, y mostrarles personalmente Su amor y Sus caminos en la tierra.
Algún día Dios declarará que fuiste fiel con Su encomienda sagrada, te presentará a las muchas generaciones que bendijiste y ayudaste a llegar al cielo. Allí podremos ver y disfrutar de Su gloria toda la eternidad. Éste es el desafío del amor de los padres.