Al hablar con Moisés a través de la zarza ardiente, Dios se identificó a sí mismo como “YO SOY EL QUE SOY” (Ex 3.14). Esto suena extraño para la mayoría de nosotros. Pero, en esencia, el Señor estaba diciendo: “Desde la eternidad pasada hasta el presente, y hacia la eternidad futura, YO SOY”. Conocemos esta traducción del nombre de Dios como Jehová o Yahvé, que es escrito en la mayoría de las versiones de la Biblia como “SEÑOR”, usando letra mayúscula grande y letras pequeñas.
Las personas que conocían a Dios por este nombre, también experimentaron su presencia de manera física. Para guiarlos por el desierto, el Señor aparecía como columna de nube de día y columna de fuego de noche (Ex 13.21). Después de hacer potable el agua amarga, su nombre fue asociado con la sanidad (Ex 15.23-26). Y después que el tabernáculo fue construido, se encontraba con Moisés sobre el propiciatorio del arca del testimonio (Ex 25.22). Estos símbolos visibles recordaban al pueblo de Dios su presencia eterna.
Más tarde, al encargar a Josué que entrara en la tierra prometida, el Señor dijo: “Estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé… Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Jos 1.5, 9). Y también tenemos la seguridad de que Dios nunca nos dejará. Nuestro Padre va delante de nosotros para preparar el camino, y Él camina con nosotros en cada situación.