Vv. 1—5. Los que están muy alejados aún pueden reunirse ante el trono de la gracia; y los que no
pueden hacer ni recibir ninguna otra bondad, de este modo pueden hacer y recibir una bondad real y
muy grande. Los enemigos de la predicación del evangelio, y los perseguidores de los predicadores
fieles son hombres impíos e irracionales. Muchos no creen el evangelio; y no es de maravillarse si no
tienen quietud y muestran malicia en las acciones emprendidas para resistirlo. El mal del pecado es
el mal más grande, pero hay otros males de los que debemos ser preservados, y se nos exhorta que
dependamos de la gracia de Dios. Una vez que la promesa es hecha, su cumplimiento es seguro y
cierto. —El apóstol tenía confianza en ellos, pero se funda en su confianza en Dios; porque de otro
modo no hay confianza en el hombre. —Ora por ellos pidiendo bendiciones espirituales. Nuestro
pecado y nuestra miseria es que depositamos nuestros afectos en los objetos equivocados. No hay
verdadero amor de Dios sin fe en Jesucristo. Si por la gracia especial de Dios tenemos esa fe, que
multitudes no tienen, debemos orar fervorosamente que seamos capacitados sin reservas para
obedecer sus mandamientos y que el Señor Espíritu pueda dirigir nuestros corazones al amor de Dios
y a la paciencia de Cristo.