Estudio Biblico
UN PERDÓN TRANSFORMADOR
10 Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? 11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más. Juan 8:10-11
¿Cuántas veces hemos sucumbido ante la culpa y la condenación del mismo pecado? Nuestra vergüenza es tal que nos creemos incapaces de vencer definitivamente esa área de debilidad en nuestra vida, y nos consideramos no merecedores de misericordia y perdón. Escuchemos que nos dice nuestro señor Jesús ante nuestra situación.
En este texto, el evangelio de Juan viene relatando la historia de una mujer que tras ser sorprendida en el acto del adulterio, es llevada por los fariseos y escribas ante Jesús para escuchar la posición de él frente a tal falta con el fin de ponerlo a prueba;
Así que le preguntan: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. 5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Jesús, con su sorprendente sabiduría les responde:
“El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Y todos acusados por su conciencia, se marchan uno a uno. Y cuando solo queda Jesús y la mujer, él le pregunta a ella: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? 11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.
Jesús no invalida el pecado de esta mujer, era cierto que había errado gravemente y por ello, merecía un juicio, sin embargo, Jesús va más allá y señala la naturaleza caída y pecaminosa de quienes la juzgaban, los hace conscientes de su vil imperfección y merecimiento de juicio.
Sin embargo, Jesús teniendo la potestad para juzgarla por ser el único que carecía de pecado, decide extenderle su gracia y perdón al liberarla de la condenación. Una gracia y perdón transformador que la llama y la impulsa a no pecar más. Un perdón que le abre una segunda oportunidad, un llamado a un arrepentimiento genuino, a un cambio radical.
Ante la culpa y juicio que hoy estemos experimentando por el pecado, escuchemos su voz misericordiosa y desafiante: “Ni yo te condeno, vete y no peques más”. Él nos llama a abrazar y recibir su gracia con profunda reverencia, y nos abre una nueva oportunidad para volver a comenzar y caminar en medio de nuestra cotidianidad con la determinación de no pecar más.
8:11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.