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¿Qué debemos pensar de los pastores ostentosos? - 1 Timoteo 6:9

Estudio Biblico





¿Qué debemos pensar de los pastores ostentosos? Esa es la pregunta de una oyente llamada Emily. Emily escribe para preguntar lo siguiente: 

«Pastor John, gracias por compartir tu sabiduría con todos nosotros en este podcast. Recientemente, han surgido cuentas en las redes sociales que han ganado bastante atención y que muestran a numerosos pastores conocidos vistiendo ropa, zapatos, relojes, etc., extremadamente caros y llamativos. Estas cuentas han suscitado controversia sobre si estos líderes están justificados para hacer esto.

Muchos dicen que deberían poder usar el dinero que ganan como quieran. O que estos artículos son regalos. Pero otros se sienten ofendidos por sus estilos de vida lujosos y argumentan que, independientemente de cómo un pastor obtenga estas cosas, debería seguir demostrando humildad y reverencia hacia sus congregaciones y hacia aquellos que están luchando simplemente por sobrevivir. Muchos piensan que sus estilos de vida lujosos desprestigian a Cristo. Al parecer, 1 Pedro 3:3 hace referencia a este asunto. Pero tengo curiosidad, ¿qué otros textos de la Escritura hablan de esto? ¿Cuál es su posición al respecto?».

Bueno, no hay duda en cuanto a mis simpatías aquí. Mis simpatías han quedado claras a lo largo de los años con respecto a la sencillez y a un estilo de vida de tiempos de guerra. Me enoja ver a los pastores haciendo alarde de su lujo como si fuera un testimonio convincente de que Jesús es más satisfactorio que lo que el dinero puede comprar. Es una tontería. Es espantoso.

Así que quiero decir fuerte y claro, de entrada: nadie es atraído a Jesús como el tesoro espiritual, salvador y satisfactorio de sus almas por el estilo de vida lujoso de los que supuestamente predican la Palabra, nadie. Lo que atrae a las personas a los predicadores que presumen de su lujo es la esperanza de tener esos lujos. Eso es lo que les atrae: la esperanza de tener esos lujos.

Ve y cuéntalo
Eso no es cristianismo. El cristianismo es ser atraído por un Salvador crucificado y resucitado cuya grandeza y belleza al igual que Su valor en Sí mismo son tan admirables y satisfactorios que el corazón clama con el salmista: «Porque Tu misericordia es mejor que la vida» (Sal 63:3). Sí, y todo en esta vida. No puedes celebrar la verdad de que Jesús es mejor que el dinero dando la impresión de que vives para el dinero.


Con la venida de Jesús se produjo un giro decisivo en la historia redentora que hace que no sea válido utilizar el templo espléndido del Antiguo Testamento, las vestimentas sacerdotales, los utensilios bañados en oro y las cortinas lujosas como modelo para los edificios de la iglesia contemporánea o la vida cristiana. No es válido. El Antiguo Testamento era, en general, una religión ven y mira. La reina de Sabá se quedó sin aliento ante la riqueza de Salomón. Pero el Nuevo Testamento es en gran medida una religión ve y cuéntalo.

A diferencia del Antiguo Testamento, la iglesia cristiana no tiene un templo, ni un centro geográfico como Jerusalén, ni una identidad étnica como la judía, ni una estructura civil teocéntrica que condene a muerte a las personas por sus impiedades. Somos un pueblo peregrino, exiliados y refugiados dispersos entre las naciones con la gran misión encomendada por el Señor Jesús de hacer discípulos a todos los pueblos del mundo. No hemos terminado con eso.

No todo lo que brilla
Esto revoluciona la forma de pensar sobre el dinero y de utilizar nuestros recursos. Todo tiende a la simplicidad de un estilo de vida de tiempos de guerra, en el que nos proponemos glorificar a Dios terminando la Gran Comisión, evangelizando nuestras ciudades y mostrando amor a nuestros vecinos. El Nuevo Testamento es implacable —es increíble; basta con leerlo— a la hora de empujarnos hacia la simplicidad y la economía por causa de Cristo lo que nos aleja del lujo y la opulencia. Por ejemplo:

«Bienaventurados ustedes los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios… Pero ¡ay de ustedes los ricos! Porque ya están recibiendo todo su consuelo» (Lc 6:20, 24).
«Son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y su fruto no madura» (Lc 8:14).
«El Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza» (Lc 9:58).
«Aun cuando alguien tenga abundancia, su vida no consiste en sus bienes» (Lc 12:15).
«No acumulen para sí tesoros en la tierra… sino acumulen tesoros en el cielo» (Mt 6:19-20).
«No se preocupen por su vida, qué comerán o qué beberán; ni por su cuerpo, qué vestirán. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa?» (Mt 6:25).
«Pero busquen Su reino, y estas cosas les serán añadidas» (Lc 12:31).
«Vendan sus posesiones y den limosnas; háganse bolsas que no se deterioran, un tesoro en los cielos que no se agota» (Lc 12:33).
«Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todas sus posesiones, no puede ser Mi discípulo» (Lc 14:33).
«¡Qué difícil es que entren en el reino de Dios los que tienen riquezas!» (Lc 18:24).
«No escogió Dios a los pobres de este mundo para ser ricos en fe y herederos del reino que Él prometió a los que lo aman?» (Stg 2:5).
Ese es el estribillo una y otra vez a lo largo de todo el Nuevo Testamento, e incluso en aquellos lugares —y son solo unos pocos en los que se habla directamente de los cristianos ricos (p. ej. 1 Ti 6:17). El mensaje es que hay que dar gracias a Dios por todos los disfrutes legítimos y llenarse de buenas obras para los que tienen más necesidad que tú.

En otras palabras, no hay ningún estímulo en ninguna parte del Nuevo Testamento de que debamos acumular y acumular o aumentar los símbolos de nuestra riqueza por medio de lo que vestimos, lo que manejamos y en donde vivimos. Es un necio el hombre que construye graneros más grandes para lo que no necesita. Es un necio, dice Jesús (Lc 12:20-21). Lo esencial es esto: conténtate con un estilo de vida relativamente sencillo (digo relativamente porque sé que prácticamente todos los estadounidenses son ricos, porque el resto del mundo —o dos tercios del mundo— vive muy cerca del límite).

Por lo tanto, hablo de un estilo de vida relativamente sencillo. Gana todo el dinero que quieras y da lo que no necesites por el bien de la gloria de Cristo, la difusión del evangelio y el cuidado de los que sufren. La mayor parte del Nuevo Testamento gira en torno a tres preocupaciones principales cuando se trata de enseñar sobre el dinero: (1) cómo mostrar el valor de Cristo y del evangelio, (2) cómo satisfacer las necesidades de los perdidos y de los que sufren, y (3) cómo evitar los peligros de la riqueza que destruyen el alma. Por lo tanto, solo un comentario sobre cada uno de ellos.

Tesoro en las labores
Primero, cómo mostrar el valor de Cristo y del evangelio. Pablo dijo: «Estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús» (Fil 3:8). Quería vivir de tal manera que mostrara que su corazón estaba satisfecho con Cristo y no capturado por el ídolo de la codicia. Por lo tanto, trabajó con sus manos en lugar de dar la impresión de que estaba esquilmando a las iglesias. En su carta a los Tesalonicenses dice: «nunca fuimos a ustedes con palabras lisonjeras, ni con pretexto para sacar provecho» (1 Ts 2:5). No estábamos usando nuestro ministerio como una tapadera para nuestro amor al dinero.

A los ancianos de Éfeso les dijo: “Ni la plata, ni el oro, ni la ropa de nadie he codiciado. Ustedes saben que estas manos me sirvieron para mis propias necesidades y las de los que estaban conmigo» (Hch 20:33-34). A los corintios les dijo: «Pues no somos como muchos, que comercian la palabra de Dios» (2 Co 2:17). A Timoteo le dijo: «Si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos» (1 Ti 6:8). Luego, acaba de establecer para todos los pastores que no deben ser amantes del dinero (1 Ti 3:3).

Ahora bien, el objetivo de todas esas palabras era eliminar todo obstáculo para creer en el evangelio, mostrar el valor superior de Cristo sobre todas las posesiones terrenales y dar un ejemplo a los creyentes de abnegación y de abrazar felizmente el sacrificio por amor. Porque, como dijo Jesús, «más bienaventurado es dar que recibir» (Hch 20:35). Cualquiera que haya caminado con Jesús durante algún tiempo sabe que será más feliz y dormirá mejor por la noche cuanto mayor sea su generosidad y menor sea su egoísmo.

Vive para dar
El segundo interés principal del Nuevo Testamento y las posesiones es cómo satisfacer las necesidades de los perdidos y los que sufren. Jesús dijo: «Vendan sus posesiones y den limosnas; háganse bolsas que no se deterioran, un tesoro en los cielos que no se agota» (Lc 12:33).

Pablo dijo: «El que roba, no robe más, sino más bien que trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, a fin de que tenga qué compartir con el que tiene necesidad» (Ef 4:28). ¿No es sorprendente? En otras palabras, no robes y no trabajes solo para tener, trabaja para tener para dar. Hay tres niveles. Puedes robar, puedes trabajar para tener y puedes trabajar para tener y así dar. Él dice, «Vayan ahí, cristianos, vayan ahí. Vivan allí. Vivan para dar».
Los cristianos van a heredar el mundo entero y todo lo que hay en él. Podríamos dedicar toda una sesión a 1 Corintios 3:21-23. Lo tienes todo, cristiano. No necesitas aferrarte a eso ahora. Lo vas a tener en un instante. Este pequeño mundo se va a acabar. El mundo actual está perdido sin el evangelio. Millones están sufriendo. Este es el tiempo de la generosidad y el sacrificio radical, no el tiempo de la vida lujosa.

La trampa para el alma
Finalmente, el último asunto relacionado con las posesiones es cómo evitar los peligros de la riqueza que destruyen el alma. Jesús dice que es difícil que los ricos entren en el reino de Dios (Lc 18:24). Pablo dijo: «Los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición» (1 Ti 6:9). Oh, Dios. ¿Qué tan claros pueden ser Jesús y Pablo sobre los peligros de la acumulación y el amontonamiento?

Así que, lo digo de nuevo: es espantoso que aquellos que dicen ser fieles ministros de la Palabra de Dios hagan alarde de sus lujos, simplemente espantoso. Hace que Cristo deje de ser un hermoso Salvador que todo lo satisface, para convertirse en un agente que nos da lo que realmente queremos: dinero y comodidad.




JOHN PIPER




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