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Pastorear es más que predicar - 1 Tesalonicenses 2:8-12

Estudio Biblico


BOBBY JAMIESON

Los pastores tienen diferentes tendencias y tentaciones. Algunos tienen la tentación de dejar que los problemas relacionales y prácticos urgentes les impidan dedicar suficiente tiempo a la preparación de un sermón sólido. Otros pastores se esconden en su estudio, utilizando la preparación del sermón como excusa para mantener a las personas y sus molestos problemas a una distancia segura.

Este artículo es mucho más para estos últimos que para los primeros porque el punto es simple: pastorear es más que predicar. Este artículo es también para los hombres que aspiran a ser pastores, así como para los hombres que son pastores, pero que sirven como pastores asociados o asistentes, y tal vez predican menos de lo que les gustaría.

No solo pastorear es más que predicar, sino que un hilo conductor conecta la predicación con cualquier otra parte importante de la labor: llevar la Biblia a los detalles complicados de los corazones, las mentes y las vidas de las personas. Pastorear es más que predicar y predicar es más que lanzar bombas de verdad desde una altura a prueba de golpes. Si quieres ser pastor (o eres pastor, pero no predicas tanto como quisieras), puedes crecer como predicador practicando constantemente lo siguiente en todas las demás áreas de tu ministerio: aplicar y llevar cada uno de los aspectos de la vida a la Biblia.

Entonces, además de predicar, ¿qué más abarca el pastoreo?

Pastorear es discipular
Por «discipular», me refiero a desarrollar relaciones personales en las que el objetivo principal es ayudar a otra persona a madurar en Cristo. La forma en que el apóstol Pablo hizo esto en su ministerio evangelístico y apostólico proporciona un modelo permanente para los pastores de hoy.

Pablo anhelaba con tanto afecto que los tesalonicenses vinieran a Cristo y crecieran en Él que, como les recuerda, «nos hemos complacido en impartirles no solo el evangelio de Dios» (1 Ts 2:8). No se limitó a predicarles en grandes grupos, sino que les exhorto como un padre, y por eso dice: «alentábamos e implorábamos a cada uno de ustedes, como un padre lo haría con sus propios hijos, para que anduvieran como es digno del Dios» (1 Ts 2:11-12). Pablo no se limitó a exponer la Biblia en una gran reunión, sino en innumerables conversaciones personales.

En el transcurso de una semana normal, ¿a quién animas y exhortas personalmente? ¿Con quién compartes no solo el evangelio sino tu vida misma?

Pastorear es aconsejar
La consejería tiene el mismo objetivo que el discipulado, pero se centra en pecados, luchas y sufrimientos más agudos. La consejería es como un remolino en la corriente del discipulado; nos apartamos por un tiempo para ayudar a alguien a volver a entrar más sano y fuerte en la corriente. Por supuesto, la diferencia aquí es mucho más de grado que de clase. La consejería es una parte clave de la forma en la que «pastoreas el rebaño de Dios» (1 P 5:2), un medio necesario por el cual cumples con el encargo de Pablo: «Tengan cuidado de sí mismos y de toda la congregación» (Hch 20:28).

Lo que Pablo encarga a toda la iglesia de Tesalónica se aplica doblemente a los pastores: «Les exhortamos, hermanos, a que amonesten a los indisciplinados, animen a los desalentados, sostengan a los débiles y sean pacientes con todos» (1 Ts 5:14). Cuanto más grave sea el mal, más crucial es dispensar la medicina adecuada. Cuantas más horas pases en el asiento de la consejería, más hábil serás como farmaceuta espiritual.

En mis primeros años como pastor, aprendí que puede ser sorprendentemente difícil y delicado orientar una sesión de consejería hacia las Escrituras. Alguien acude a ti con un gran problema. Tal vez él o ella está luchando por confiar en Dios o por prestar atención a lo que Él dice. Tal vez siente que ya lo ha escuchado todo antes (quizás te lo dice). Es probable que haya tanto dolor y frustración reprimidos que le resulta difícil decir una palabra. En tales situaciones, el escuchar con paciencia y la compasión evidente son de gran ayuda, pero no para todo el trayecto. Tu labor consiste en ayudar a ese santo que lucha por aprender a ver su vida de la forma en que Dios la ve, lo que significa que tienes que encontrar una luz de las Escrituras que pueda atravesar la grieta en la persiana.

No sé si soy un caso aislado entre los pastores, pero cuando estoy aconsejando a un miembro que está en dificultades graves, parece que un tercio de mi esfuerzo se dedica a escuchar y aprender, y un tercio a tratar de encontrar expresiones apropiadas de compasión y aliento. El último tercio es reclamado por un programa que funciona constantemente en el fondo de mi mente, preguntando silenciosamente: «¿Qué pasaje o pasajes de las Escrituras pueden ofrecer a esta persona la mayor ayuda, ahora mismo?».

Pastorear es liderar en la disciplina
Si eres pastor, no necesitas que te diga que los casos difíciles encontrarán el camino hacia ti, casos que pueden mantenerte despierto por la noche o llenar tu mente todo el día. Cuando el pecado de un miembro de la iglesia resulta tan grave que la iglesia debe actuar para excluirle, es natural que los pastores de una iglesia tomen la iniciativa de dirigirse al miembro descarriado, evaluar la situación y recomendar la respuesta de la iglesia.

Tomar el liderazgo en materia de disciplina puede traer dolores de cabeza y de corazón. Puede traer insultos y calumnias. Puede amenazar con fatiga, frustración y distracción. Pero cuando dejas a las noventa y nueve ovejas para ir en pos de la perdida (Mt 18:13-14), cuando miras a los ojos a las personas y las confrontas con la contradicción entre sus acciones y las instrucciones de Dios, debes saber esto: estás en el centro de la voluntad de Dios para tu ministerio.

El amor de Dios es un amor santo, uno que rescata del autoengaño destructivo. En ese momento eres un vehículo del amor de Dios que persigue a un alma en grave peligro.

Pastorear es cuidar tu propia vida y doctrina
Pablo le encarga a Timoteo: «Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza. Persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan» (1 Ti 4:16). Tienes que ponerte la máscara y beneficiarte de su flujo de oxígeno antes de poder servir a los demás de forma segura. El pastoreo presenta una tentación permanente de profesionalizar tu cristianismo y, por lo tanto, externalizar tu piedad. Como pastor, tienes que estudiar la Biblia para otros. Tienes que orar con otros. Tienes que meditar sobre las realidades espirituales en nombre de los demás. Pero ¿sigues estudiando, orando y meditando para tu propia alma? Si no lo haces, te estás poniendo a ti mismo y a tu rebaño en una posición profundamente peligrosa.

Mantén una vigilancia constante sobre ti mismo. Estudia las Escrituras no solo para animar y corregir a otros, sino para animarte y corregirte a ti mismo. Sea cual sea tu horario de trabajo, te animo a que mantengas unos hábitos de devoción regulares fuera de ese horario, tal y como se espera que haga un profesor o un banquero. Asegúrate de que la Biblia te ayude a afrontar tus propios miedos y frustraciones, tus ambiciones frustradas y tus deseos desordenados. «Jesús, Jesús, ¡cómo confío en Él! Cómo lo he probado una y otra vez». ¿Estás probando a Jesús en privado, de manera que ninguno de los tuyos necesariamente vea, pero de lo cual se beneficiarán indirectamente, a medida que tu confianza en Él se hace más profunda cada día?

La predicación en la sala y en el púlpito
Tal vez deseas predicar más, o anhelas predicar a más personas. Si te sientes frustrado por la cantidad, céntrate en la calidad. Por lo general, no puedes hacer mucho sobre lo primero, pero puedes hacer mucho sobre lo segundo. Concéntrate en la calidad de tu relación con Cristo, en la calidad de tus esfuerzos como discipulador y consejero, en la calidad de tu atención a los miembros que se desvían hacia el pecado. Cuanto mejor cristiano seas, mejor pastor serás.

No solo eso, sino que tus inversiones en todas estas otras áreas no relacionadas con la predicación darán fruto en tu predicación. Al ahondar en las profundidades de las luchas individuales de los miembros con el pecado y el sufrimiento, aprenderás a aplicar las Escrituras con mayor matiz y precisión. Por eso Richard Baxter llamó a la visita pastoral «predicación en la sala». Cuando puedes entrar profundamente en las luchas de una persona, de una manera que informa tu aplicación sin exponer su situación, es más que probable que una docena de personas se digan a sí mismas mientras escuchan: «¿Cómo sabía él que eso es justo lo que estoy pasando? ¿Quién le ha dado una lectura de mis pensamientos de la semana pasada?».

Pablo exhortó a los tesalonicenses como lo hace un padre con sus hijos: uno por uno, atendiendo a sus capacidades, luchas y situaciones únicas (1 Ts 2:11-12). Cuanto más hagas eso fuera del púlpito, más efectivo serás en el púlpito. Cuanto más diligentemente pastorees a las personas durante la semana, más eficazmente las pastorearás en el púlpito.

Bobby Jamieson

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1 Tesalonicenses 2
2:8 Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos.

2:9 Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios.

2:10 Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes;

2:11 así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros,

2:12 y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.

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