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Para derrotar el desaliento. - Nehemias 2:11-20

Estudio Biblico



No importa cuál sea nuestra situación en la vida, todos enfrentamos desilusiones, lo cual puede conducir al desaliento. La desilusión es solo una respuesta emocional a una expectativa o esperanza fallida, ya sea porque los planes salieron mal o porque alguien no dio la talla. Pero el desánimo es un estado mental en el que nos volvemos débiles y perdemos la confianza en Dios, en nosotros mismos o en los demás.

Cuando Nehemías llegó a Jerusalén, sus habitantes estaban desanimados: la muralla de la ciudad había sido destruida, dejándolos vulnerables, y había obstáculos importantes para la reconstrucción. Pero los alentó a comenzar, diciéndoles que el Señor le había mostrado favor moviendo el corazón del rey persa para aprobar el proyecto. La confianza de Nehemías en Dios reemplazó la desesperación y el letargo de la gente con la esperanza del éxito, y los motivó para trabajar con diligencia.

Tenemos una opción: conformarnos con la desilusión y aceptar nuestro desaliento; o, como Nehemías, enfocarnos en el Señor, quien es más grande que cualquier problema. Aunque pueden persistir los obstáculos y las desilusiones, la Palabra de Dios cambia nuestra esperanza en cuanto a sus promesas, buenos propósitos, fidelidad y suficiencia (Ro 15.4). Con su poder, somos capaces de perseverar.

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PASAJE BIBLICO

Nehemias 2
2:11 Llegué, pues, a Jerusalén, y después de estar allí tres días,

2:12 me levanté de noche, yo y unos pocos varones conmigo, y no declaré a hombre alguno lo que Dios había puesto en mi corazón que hiciese en Jerusalén; ni había cabalgadura conmigo, excepto la única en que yo cabalgaba.

2:13 Y salí de noche por la puerta del Valle hacia la fuente del Dragón y a la puerta del Muladar; y observé los muros de Jerusalén que estaban derribados, y sus puertas que estaban consumidas por el fuego.

2:14 Pasé luego a la puerta de la Fuente, y al estanque del Rey; pero no había lugar por donde pasase la cabalgadura en que iba.

2:15 Y subí de noche por el torrente y observé el muro, y di la vuelta y entré por la puerta del Valle, y me volví.

2:16 Y no sabían los oficiales a dónde yo había ido, ni qué había hecho; ni hasta entonces lo había declarado yo a los judíos y sacerdotes, ni a los nobles y oficiales, ni a los demás que hacían la obra.

2:17 Les dije, pues: Vosotros veis el mal en que estamos, que Jerusalén está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego; venid, y edifiquemos el muro de Jerusalén, y no estemos más en oprobio.

2:18 Entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena sobre mí, y asimismo las palabras que el rey me había dicho. Y dijeron: Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien.

2:19 Pero cuanto lo oyeron Sanbalat horonita, Tobías el siervo amonita, y Gesem el árabe, hicieron escarnio de nosotros, y nos despreciaron, diciendo: ¿Qué es esto que hacéis vosotros? ¿Os rebeláis contra el rey?

2:20 Y en respuesta les dije: El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén.

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