Comentario de Matthew Henry | Juan 8:1-11 | 0 | 1767
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Comentario Juan 8:1-11. Los fariseos y la adúltera. - Juan 8:1-11

Estudio Biblico

Vv. 1—11. Cristo no halló defecto en la ley ni excusó la culpa de la mujer prisionera; tampoco tomó
en cuenta el pretendido celo de los fariseos. Se condenan a sí mismos los que juzgan a los demás y,
sin embargo, hacen lo mismo. Todos los que de alguna manera son llamados a culpar las faltas del
prójimo, están especialmente preocupados de mirarse a sí mismos y mantenerse puros. En este
asunto Cristo asistió a la gran obra por la cual vino al mundo, la cual era, llevar pecadores al
arrepentimiento, no para destruir, sino para salvar. Él apuntaba a llevar al arrepentimiento no sólo al
acusado demostrándole su misericordia, sino también a los acusadores demostrándoles sus pecados;
ellos pensaron tenderle una trampa; Él procuró convencerlos y convertirlos. —Él rehusó inmiscuirse
en el oficio de juez. Muchos delitos merecen un castigo más severo que el recibido, pero no debemos
dejar nuestra propia obra para asumir aquella a la cual no hemos sido llamados. Cuando Cristo la
mandó irse, fue con esta precaución: Vete y no peques más. Los que ayudan a salvar la vida de un
delincuente deben ayudar a salvar el alma con el mismo cuidado. —Son verdaderamente felices
aquellos a quienes Cristo no condena. El favor de Cristo para nosotros al perdonar los pecados
pasados debe prevalecer en nosotros: Vete, y no peques más.

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Juan 8
8:1 y Jesús se fue al monte de los Olivos.

8:2 Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba.

8:3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio,

8:4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio.

8:5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?

8:6 Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo.

8:7 Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.

8:8 E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra.

8:9 Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.

8:10 Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?

8:11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.

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