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La adoración al yo es la religión que más crece en el mundo - Salmos 89:7-0

Estudio Biblico


THADDEUS WILLIAMS

En su reciente libro Good Faith: Being a Christian When Society Thinks You’re Irrelevant and Extreme [De buena fe: Ser cristiano cuando la sociedad piensa que eres irrelevante y extremista], David Kinnaman y Gabe Lyons documentan que el 84% de los estadounidenses creen que «disfrutar de ti mismo es el objetivo más alto de la vida».

Además, el 86% cree que para disfrutar hay que «buscar las cosas que más deseamos».

Y el 91% afirma esta declaración: «Para encontrarte a ti mismo, mira dentro de ti».

En nuestros días, la respuesta del Catecismo de Westminster se ha invertido: «el fin principal del hombre es glorificarse y disfrutar de sí mismo por siempre». Incluso se podría argumentar que el culto al yo es la religión que más crece en el mundo. Es, sin duda, la más antigua del mundo (basta con leer Génesis 3). Además, esta religión se encuentra detrás de muchos de los temas sociales y políticos más candentes de nuestros días.

Seis mandamientos
Estos son los mandamientos sagrados de esta antigua religión mundial que sigue en tendencia:

Tu mente es la fuente y el estándar de la verdad, así que, pase lo que pase, confía en ti mismo. #LaRespuestaEstáDentro.
Tus emociones tienen autoridad, así que nunca cuestiones (ni dejes que nadie cuestione) tus sentimientos. #SigueTuCorazón.
Tú eres soberano, así que despliega tu omnipotencia y dobla el universo en torno a tus sueños y deseos. #ViveTuVerdad.
Tú eres supremo, así que actúa siempre de acuerdo con tu fin principal, para glorificarte y disfrutar de ti mismo por siempre. #YOLO (acrónimo de «you only live once» [solo se vive una vez]).
Tú eres el summum bonum, el estándar de la bondad, así que no dejes que nadie te oprima con la anticuada noción de ser un pecador que necesita gracia. #NuncaCambies.
Tú eres el Creador, así que utiliza ese poder creativo ilimitado para forjar tu identidad y tu propósito. #Autenticidad.
¿Cuál es el problema?
Este es el problema con este culto de adoración propia, además del problema obvio de ser una rebelión contra Dios: cuando tratamos de ser nuestras propias fuentes de verdad, poco a poco nos volvemos locos. Cuando intentamos ser nuestra propia fuente de satisfacción, nos volvemos un desastre. Cuando nos convertimos en nuestro propio estándar de bondad y justicia, nos volvemos unos fariseos odiosos. Cuando buscamos la glorificación propia, nos volvemos más indignos.

¿Por qué? Es muy sencillo. Nosotros no somos Dios. No se supone que debamos confiar ni estar definidos, ni satisfechos, ni cautivados por nosotros mismos. Fuimos hechos para reverenciar a alguien infinitamente más interesante y asombroso que nosotros mismos. Venimos a ser más verdaderos y libres cuando permanecemos en un estado de reverencia olvidadiza de nosotros mismos. 

Como dijo Albert Einstein: «Una persona empieza a vivir cuando puede vivir fuera de sí misma».

Cuanto más ensimismados estemos, menos asombro experimentaremos; cuanto menos asombro experimentemos, menos plenos y libres seremos nosotros mismos.

Más de 35 000 personas al año hacen el incómodo viaje al Monte Everest en Nepal, 4,5 millones al Gran Cañón, 3,5 millones a Yosemite y 30 millones a las cataratas del Niágara. En el fondo, anhelamos asombro. Estamos hechos para ello y la ciencia está poniéndose lentamente al día con esta antigua verdad bíblica.

El científico Paul Piff, de la Universidad de California en Irvine, acuñó el término «pequeño yo» para describir este fenómeno. Después de exponer a sus participantes a varios «provocadores de asombro», informó Piff, «encontramos el mismo tipo de efecto: las personas se sentían más pequeñas, menos importantes y se comportaban de forma más prosocial». Las personas asombradas eran más generosas, más atentas a las necesidades de los demás y más solidarias con el mundo natural.

Michelle Lani Shiota, científica del comportamiento de la Universidad de Arizona, ha descubierto que el asombro no solo aumenta la toma de decisiones generosas, sino que también mejora drásticamente nuestra capacidad cognitiva. El asombro nos hace menos susceptibles a los malos argumentos y más receptivos a los buenos. Hay una gran cantidad de investigaciones de psicólogos que relacionan las experiencias de asombro con una disminución sustancial de la depresión.

¿Queremos una vida más plena y feliz? La ciencia es clara. Dejémonos asombrar por algo o, más bien, por alguien infinitamente más grande que nosotros mismos. Si queremos tener un efecto duradero y contracultural en una sociedad que ha caído en el culto a sí misma, volvamos a centrar nuestras vidas en el «Dios muy temido en el consejo de los santos, e imponente sobre todos los que están en Su derredor» (Sal 89:7).

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