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Un hombre digno de una esposa: Cómo escoger a tu futuro esposo. - Rut 2:1-23

Estudio Biblico


MARSHALL SEGAL
Si buscas en las Escrituras ejemplos de matrimonio piadoso, te sorprenderás de lo escasos que son. Aun las parejas que brillan en algunos aspectos (Jacob y Raquel, Abraham y Sara, David y Abigail) a menudo tienen indiscreciones flagrantes o fracasos rotundos.

La Biblia nos da mucha enseñanza sobre el matrimonio, pero muy pocos matrimonios ejemplares que imitar. Eso hace aún más hermoso un amor como el de Booz y Rut. De todos los matrimonios en la Biblia, ¿hay alguno más encomiable que el breve vistazo que tenemos de este hijo justo de Judá y su novia moabita?

Cuando Booz encontró a su futura esposa acostada a sus pies en la oscuridad de la noche junto al montón de grano, dijo: «Ahora, hija mía, no temas. Haré por ti todo lo que me pidas, pues todo mi pueblo en la ciudad sabe que eres una mujer virtuosa» (Rt 3:11, énfasis añadido). Rut había demostrado ser una mujer digna a través de su lealtad extrema, su valentía inquebrantable, su dependencia de Dios y su iniciativa sumisa. Ella era digna de respeto y admiración y merecedora de la devoción de un esposo.

Sin embargo, mientras meditamos en la dignidad de Rut, nos encontramos con un hombre de igual valor, el tipo de hombre en el cual una mujer como ella puede confiar y a quien puede seguir.

Saliendo con robles 
Al presentar a Rut y Booz como ejemplos de novia y novio, debe decirse que solo tenemos cinco versículos que describen su vida matrimonial real juntos (Rt 4:13-17). Sin embargo, esta brevedad puede acentuar de una manera extraña las lecciones de su amor para el día de hoy; para el matrimonio, sí, pero aún más para la búsqueda del matrimonio en las relaciones de noviazgo. Podemos suponer mucho sobre quiénes eran Booz y Rut en el matrimonio debido a lo que vimos de ellos antes de que se casaran.

Las Escrituras presentan a Booz y Rut como un hombre y una mujer dignos de un pacto de por vida, como el tipo de personas con las que una persona piadosa debería desear casarse. Su amor nos recuerda una sabiduría vital e impopular: la forma en que es nuestra pareja antes del matrimonio, en gran medida, será la forma en que se conduzca en el matrimonio. Muchos actúan neciamente al casarse con hombres o mujeres indignos, con la esperanza de que el altar de alguna manera los haga dignos; los sabios saben que los votos por sí solos no pueden alterar el carácter de nadie.

Los robles crecen de bellotas, no de espinas. Ninguno de nosotros es tan digno cuando nos casamos como lo seremos años después del matrimonio y también algunos cónyuges indignos serán transformados por completo por Dios después de casarse. Sin embargo, en términos generales, un novio indigno resultará ser un marido indigno y una novia indigna resultará en una esposa indigna. Si bien Dios a veces puede levantar milagrosamente un roble de un terreno espinoso, no debemos casarnos con los espinos, sino esperar que Dios traiga una bellota: un hombre digno o una mujer digna, un Rut o un Booz.

Entonces, para cualquier mujer en busca de su bellota, ¿qué hace de Booz un hombre digno de una mujer como Rut?

Un hombre verdaderamente digno
La primera vez que conocemos a Booz, estamos preparados para la clase de hombre que él mismo demostrará ser:

Noemí tenía un pariente de su marido, un hombre de mucha riqueza, de la familia de Elimelec, el cual se llamaba Booz (Rt 2:1).

Antes de que Rut y Booz se conozcan, se nos dice que este hombre es un hombre digno, un hombre merecedor de confianza y respeto que actuará con honor en cualquier circunstancia, cuidará de los que se le encomienden y protegerá a los vulnerables, en lugar de aprovechar su riqueza o poder para obtener ganancias o placeres egoístas y pecaminosos.

Un hombre verdaderamente digno es tan digno en secreto como lo es cuando otros lo están mirando. Booz era precisamente ese tipo de hombre.

Un hombre que protege 
La dignidad de Booz comienza con la forma en que cuida a Rut, una viuda vulnerable que está lejos de casa, aun cuando no le trae ningún beneficio. Cuando encuentra a Rut en el campo, le dice:

Oye, hija mía. No vayas a espigar a otro campo; tampoco pases de aquí, sino quédate con mis criadas. Fíjate en el campo donde ellas siegan y síguelas, pues he ordenado a los siervos que no te molesten (Rt 2:8-9).

Como acababa de conocerla, de inmediato asumió la responsabilidad de su bienestar. Se aseguró de que nadie le hiciera daño en lo que de él dependiera. No esperó a que sucediera algo en el campo, sino que fue primero a los hombres y les ordenó que no la tocaran. Los buenos hombres están atentos para prever lo que amenaza a quienes están bajo su cuidado y son valientes como para hacer lo que puedan para frustrar esas amenazas.

Entonces, ¿los hombres con los que quieres entablar una relación o casarte protegen a las mujeres que los rodean? ¿Los ves haciendo esfuerzos proactivos para proteger a las mujeres del peligro o daño, especialmente a las solteras? Una forma en que un hombre puede demostrar su valía en una relación es expresando claramente su interés e intenciones (o la falta de ellas), en lugar de caer en la ambigüedad y el coqueteo. ¿Deja él una estela de corazones confundidos y heridos?

Un hombre proveedor
El compromiso que Booz tenía de proteger está unido a un estilo de vida de provisión. Los hombres que protegerán y proveerán bien a una esposa en el matrimonio son hombres que protegerán y proveerán a otros fuera del matrimonio.

Él le dice a Rut: «Oye, hija mía. No vayas a espigar a otro campo; tampoco pases de aquí, sino quédate con mis criadas… Cuando tengas sed, ve a las vasijas y bebe del agua que sacan los siervos» (Rt 2:8-9). Vio a una mujer hambrienta y se aseguró de que tuviera algo para comer. Vio a una mujer sedienta y se aseguró de que tuviera mucho para beber. No ignoró (como muchos hombres lo harían) la necesidad que tenía ante él, ni asumió que alguien más se ocuparía de ella, ni puso excusas por no tener suficiente para sí mismo, sino que con gusto y rapidez intervino para proveer.

Ahora bien, la mayoría de las mujeres solteras no están espigando el campo de un vecino para conseguir su próxima comida, entonces, ¿eso hace que esta cualidad en Booz sea irrelevante hoy? Ciertamente no. Los hombres dignos proveen a sus semejantes en cualquier contexto y notan y anticipan las necesidades de su contexto particular. Mientras observas a los hombres con los que pudieras casarte, ¿los ves dando con prodigalidad (tiempo, dinero, trabajo, atención) para atender las necesidades que los rodean? ¿O parecen hacer solo lo suficiente para mantenerse a sí mismos?

¿Es este el tipo de hombre que no solo ganará suficiente dinero para poner comida en la mesa (lo cual es importante), sino que también proveerá para ti y tu familia de manera constante, aunque no perfecta, a través de la oración, escuchándote, a través de una planificación efectiva y comunicación, a través de la enseñanza y la disciplina en la crianza de los hijos, a través de abrir la Palabra de Dios contigo? ¿Es el tipo de hombre que provee con alegría, con un corazón renovado, no de mala gana o por obligación?

Un hombre bondadoso 
El cuidado y la protección que Booz le mostró a Rut fueron ambas expresiones de bondad inusual. Cuando Noemí escucha cómo Booz recibió a Rut y le permitió espigar en sus campos, dice: «Sea él bendito del SEÑOR, porque no ha rehusado su bondad ni a los vivos ni a los muertos» (Rt 2:20).

Al igual que hoy en día, su amabilidad contrastaba con la de muchos hombres a su alrededor. Las personas no se sorprendían cuando los hombres eran egoístas, duros o cuando se aprovechaban de las mujeres. ¿Por qué otra razón Booz tendría que ordenar a sus hombres que no tocaran a Rut? Pero Booz no era como esos hombres. Era lo suficientemente fuerte para proveer, lo suficientemente valiente para proteger, pero también lo suficientemente amable para preocuparse, sacrificarse y amar. Los buenos hombres son fuertes, valientes y trabajadores, pero son igual de amables.

Pablo dice que «El siervo del Señor debe ser… amable para con todos» (2 Ti 2:24). Deben ser amables porque Dios lo dice, sí, pero también porque han sido atraídos por su inmensa bondad (Ef 2:7). Bondad es lo que son los hombres de Dios, porque saben dónde estarían sin su bondad. Uno de nuestros amigos sabiamente eligió este versículo para el texto de su boda: «Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo» (Ef 4:32).

¿El hombre con el que pudieras casarte es capaz, con la gracia y la ayuda de Dios, de este tipo de bondad, ternura y perdón? ¿Ha sido humillado y ablandado por la devastadora bondad de Dios?

Un hombre redentor
La dignidad de Booz, como la dignidad de cualquier esposo, es una dignidad reflejada. La gloria de Booz es una luz reflejada por el Hijo, el Cristo que un día redimiría a su esposa.

Cuando Rut se acercó a Booz, le dijo: «Soy Rut, su sierva. Extienda, pues, su manto sobre su sierva, por cuanto es pariente cercano» (Rt 3:9). En ese momento en Israel, un «pariente cercano» era un pariente que pagaba para redimir a un miembro de la familia de la servidumbre o para recomprar tierras que habían sido vendidas o confiscadas a causa de la pobreza (ver Lv 25:23, 47-49). Booz no era el redentor más cercano, pero sí el más cercano dispuesto a casarse con la viuda y perpetuar la línea de su marido (Rt 4:5-6).

Entonces Booz declara, para que todos lo escuchen: «He adquirido a Rut la moabita, la viuda de Mahlón, para que sea mi mujer» (Rt 4:10). Él la redimió de su dolor y pobreza como una representación de cómo Cristo eventualmente redimiría a los pecadores como nosotros de un destino mucho peor. Un hombre digno como lo era Booz se levantó para cumplir el encargo que Pablo daría un día a todo esposo cristiano:

Maridos, amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio Él mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada (Ef 5:25-27).

Una unión bendecida 
Como es el caso de cualquier buen matrimonio, la unión bendecida entre Booz y Rut casi de inmediato se derrama en bendición para los demás. Primero vino su hijo Obed: «Booz tomó a Rut y ella fue su mujer, y se llegó a ella. Y el Señor hizo que concibiera, y ella dio a luz un hijo» (Rt 4:13). No escuchamos mucho sobre la historia de Obed, pero solo puedo imaginar la inmensa bendición de ser criado por un padre y una madre así.

Vemos, sin embargo, cómo su matrimonio bendijo a la suegra de Rut: «Entonces las mujeres dijeron a Noemí: “Bendito sea el SEÑOR que no te ha dejado hoy sin redentor; que su nombre sea célebre en Israel. Que el niño también sea para ti restaurador de tu vida y sustentador de tu vejez”» (Rt 4:14-15). Cuando Noemí llegó a Belén, dijo: «No me llamen Noemí, llámenme Mara, porque el trato del Todopoderoso me ha llenado de amargura» (Rt 1:20). Pero a través de Rut y Booz, su duelo se convirtió en danza. La muerte y la desesperación habían dado paso a una nueva vida y esperanza. Lo que el Señor se había llevado, se lo había devuelto y mucho más a través de un matrimonio saludable y rebosante.

Sin embargo, lo más importante de todo es que el fruto y la bendición de su amor se extenderían mucho más y más. «Y lo llamaron Obed. Él es el padre de Isaí, padre de David» (Rt 4:13-17), y por medio de David, ahora conocemos a Cristo. Un redentor engendró al Redentor, cuyas alas cobijarían a las naciones. Su unión (eventualmente) produjo la simiente que aplastaría la cabeza de la serpiente (Gn 3:15). Aunque nuestros matrimonios fieles no darán a luz a otro mesías, pueden engendrar y difundir la redención, la sanidad y el amor que nuestro Redentor compró para nosotros.

Por lo tanto, en tu deseo por el matrimonio, busca un cónyuge que te ayude a construir un matrimonio de bendición, un matrimonio tan feliz en Dios que se desborde para satisfacer las necesidades de los demás.

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PASAJE BIBLICO

Rut 2
2:1 Tenía Noemí un pariente de su marido, hombre rico de la familia de Elimelec, el cual se llamaba Booz.

2:2 Y Rut la moabita dijo a Noemí: Te ruego que me dejes ir al campo, y recogeré espigas en pos de aquel a cuyos ojos hallare gracia. Y ella le respondió: Vé, hija mía.

2:3 Fue, pues, y llegando, espigó en el campo en pos de los segadores; y aconteció que aquella parte del campo era de Booz, el cual era de la familia de Elimelec.

2:4 Y he aquí que Booz vino de Belén, y dijo a los segadores: Jehová sea con vosotros. Y ellos respondieron: Jehová te bendiga.

2:5 Y Booz dijo a su criado el mayordomo de los segadores: ¿De quién es esta joven?

2:6 Y el criado, mayordomo de los segadores, respondió y dijo: Es la joven moabita que volvió con Noemí de los campos de Moab;

2:7 y ha dicho: Te ruego que me dejes recoger y juntar tras los segadores entre las gavillas. Entró, pues, y está desde por la mañana hasta ahora, sin descansar ni aun por un momento.

2:8 Entonces Booz dijo a Rut: Oye, hija mía, no vayas a espigar a otro campo, ni pases de aquí; y aquí estarás junto a mis criadas.

2:9 Mira bien el campo que sieguen, y síguelas; porque yo he mandado a los criados que no te molesten. Y cuando tengas sed, ve a las vasijas, y bebe del agua que sacan los criados.

2:10 Ella entonces bajando su rostro se inclinó a tierra, y le dijo: ¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que me reconozcas, siendo yo extranjera?

2:11 Y respondiendo Booz, le dijo: He sabido todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y que dejando a tu padre y a tu madre y la tierra donde naciste, has venido a un pueblo que no conociste antes.

2:12 Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte.

2:13 Y ella dijo: Señor mío, halle yo gracia delante de tus ojos; porque me has consolado, y porque has hablado al corazón de tu sierva, aunque no soy ni como una de tus criadas.

2:14 Y Booz le dijo a la hora de comer: Ven aquí, y come del pan, y moja tu bocado en el vinagre. Y ella se sentó junto a los segadores, y él le dio del potaje, y comió hasta que se sació, y le sobró.

2:15 Luego se levantó para espigar. Y Booz mandó a sus criados, diciendo: Que recoja también espigas entre las gavillas, y no la avergoncéis;

2:16 y dejaréis también caer para ella algo de los manojos, y lo dejaréis para que lo recoja, y no la reprendáis.

2:17 Espigó, pues, en el campo hasta la noche, y desgranó lo que había recogido, y fue como un efa de cebada.

2:18 Y lo tomó, y se fue a la ciudad; y su suegra vio lo que había recogido. Sacó también luego lo que le había sobrado después de haber quedado saciada, y se lo dio.

2:19 Y le dijo su suegra: ¿Dónde has espigado hoy? ¿y dónde has trabajado? Bendito sea el que te ha reconocido. Y contó ella a su suegra con quién había trabajado, y dijo: El nombre del varón con quien hoy he trabajado es Booz.

2:20 Y dijo Noemí a su nuera: Sea él bendito de Jehová, pues que no ha rehusado a los vivos la benevolencia que tuvo para con los que han muerto. Después le dijo Noemí: Nuestro pariente es aquel varón, y uno de los que pueden redimirnos.

2:21 Y Rut la moabita dijo: Además de esto me ha dicho: Júntate con mis criadas, hasta que hayan acabado toda mi siega.

2:22 Y Noemí respondió a Rut su nuera: Mejor es, hija mía, que salgas con sus criadas, y que no te encuentren en otro campo.

2:23 Estuvo, pues, junto con las criadas de Booz espigando, hasta que se acabó la siega de la cebada y la del trigo; y vivía con su suegra.

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