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El peligro de buscar la riqueza - Proverbios 15:16

Estudio Biblico


JOSÉ «PEPE» MENDOZA
Mejor es poco con temor del SEÑOR,
Que gran tesoro con turbación
(Pr 15:16)

Charles Foster Kane respondió con franqueza cuando dijo: «si yo no hubiera sido tan rico, podría haber sido realmente un gran hombre». Lo que más me sorprende de El ciudadano Kane (1941), considerada como la mejor película de todos los tiempos, es el retrato de un joven encantador, idealista y soñador que fue transformándose en un hombre hosco, despiadado y solitario mientras acumulaba poder y riquezas con el paso de los años. Las imágenes finales de un hombre anciano enfermo, sin familia aunque rodeado de sirvientes, y viviendo en una mansión llena de habitaciones —y con cientos de artefactos y obras de arte que ni siquiera habían sido sacadas de sus envoltorios— son sumamente sombrías.

Los seres humanos tenemos una relación complicada con las riquezas. La abundancia o ausencia de bienes o dinero siempre producirá alteraciones significativas y tendrá consecuencias enormes en nuestros corazones. Lo cierto es que la prosperidad material no es condenada en la Escritura, pero la Biblia sí advierte sobre sus peligros, enseña también sobre su valor real y es enfática en señalar la forma correcta de alcanzarlas.

La necedad está asociada a la forma incorrecta de alcanzar los bienes materiales. El maestro de sabiduría deja en claro que las ganancias pueden estar tanto en la casa del justo como en la del necio. Sin embargo, la diferencia radica en que la riqueza del justo prevalece en el tiempo mientras las ganancias del necio producen «turbación» (Pr 15:6). ¿En qué sentido el ingreso del necio genera problemas en vez de prosperidad? Más adelante, otro proverbio ofrece una respuesta directa: «Perturba su casa el que tiene ganancias ilícitas, pero el que aborrece el soborno, vivirá» (Pr 15:27).

No es fácil interpretar lo que una «ganancia ilícita» era para un judío hace miles de años. Sin embargo, no estamos lejos de imaginarlo, porque las artimañas necias siguen siendo las mismas a pesar del paso del tiempo. No somos ajenos a lo que significa obtener ganancias por medios que no están permitidos ni legal ni moralmente, aunque tratemos sin éxito tapar el sol con un dedo y busquemos justificar lo injustificable (lo cual ya es una necedad por mérito propio).

Me causa tristeza escuchar a personas jactarse neciamente de alguna ganancia obtenida porque fueron capaces de burlar la ley, engañar para dejar de pagar algún impuesto o porque vieron el «soborno» —entregar dinero o regalos a alguien para obtener un beneficio ilícito— como algo que suele justificarse como «inevitable» en nuestros países.

Es lamentable que este sentido de «inevitabilidad» de la corrupción nos conduzca a llevar en silencio una vida necia —sí ¡necia!— que nos obliga a vivir en turbación espiritual y moral. Esto ocurre porque aprobamos, practicamos y no aborrecemos lo que el Señor condena y aborrece. ¿Cuál es la razón por la que Dios reprueba este tipo de ganancias ilícitas? Porque son destructivas para el alma humana y la sociedad en general. Debemos tener bien en claro que el maestro de sabiduría nos dice: «La necedad es alegría para el insensato, pero el hombre inteligente anda rectamente» (Pr 15:21).

Me parece que la enseñanza del autor no radica tanto en la promoción de prácticas justas, sino que va más profundo y se centra en la realidad del corazón de la que puede fluir una ética sabia y saludable. El problema no está en las riquezas, sino en la codicia humana y en los medios que un corazón necio se plantea, a veces hasta con alegría, para alcanzarlas. Por eso es posible dejar la necedad cuando cambiamos nuestra valoración, cuando descubrimos que no todo lo que brilla es oro y cuando el temor del Señor, es decir, la comunión con un Dios santo, es el bien más deseado por sobre cualquier otra cosa. 

El maestro de sabiduría afirma entonces que lo «poco en el temor del SEÑOR» es mejor que el tesoro alcanzado a cualquier precio. Uno es sabio cuando la sencillez de comer un «plato de legumbres» es mejor «donde hay amor», que disfrutar de una parrillada con carne Angus cuando uno está rodeado de «odio» (Pr 15:17). 

Esta transformación profunda de los valores del corazón no es algo que puedas lograr por ti mismo. Solo es posible cuando dejas de ser ciudadano de este mundo para convertirte en ciudadano del reino de los cielos, producto de la obra de Jesucristo anunciada en el evangelio. Solo así podrás pasar de la necedad a la sabiduría y entenderás lo que nuestro Señor dijo hace más de dos mil años atrás y sigue vigente en nuestros días:

No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban; sino acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban; porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón (Mt 6:19-21, énfasis añadido).

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Proverbios 15
15:16 Mejor es lo poco con el temor de Jehová, Que el gran tesoro donde hay turbación.

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