Estudio Biblico
EL SEGUIMIENTO A CRISTO
Por: Ramón Alberto Mejía Yepes
Muchas personas, aún llamadas cristianas, creen que el seguimiento a Cristo tiene que ver con simplemente una creencia. Pero la misma expresión: Seguir a Cristo; implica mucho más y vamos a ver por qué desde el texto que hoy estudiaremos. Porque como dice R. Trossero: “A Dios le sobran propagandistas y le faltan testigos”.
El escriba a que se refiere el texto en el primer y segundo versículo de Lucas 9: 57- 62, no dista en nada de lo que sucede en el mundo de hoy. Podemos decirle a Jesús en un arrebato emocional, como los enamorados que se van a casar: “¡Por ti, mamita, voy a donde sea!” “¡Estoy dispuesto a todo con tal de estar contigo!”. Y unos meses después, ojala fueran años, ante una crisis financiera, emocional o espiritual, están cada uno por su lado. ¿Y qué de las promesas y juramentos?
La respuesta de Jesús al escriba y también hoy a nosotros, es profundamente clara, el Maestro de la vida no se va por las ramas y le advierte lo que conlleva seguirlo:
1. Perder la seguridad que ofrece tener un lugar amplio donde vivir y dormir cómodamente. En una sola palabra: abandonar zonas de confort, negarse a sí mismo.
2. Verso 59, 60.Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, deja que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: “Deja que los muertos entierren a sus muertos”…
Para un verdadero creyente, la muerte, lejos de ser una pérdida, es una ganancia, es el momento glorioso de partida al encuentro definitivo con Dios. Pero para este hombre, aunque llamara a Jesús Señor, su padre estaba definitivamente muerto, al igual que él, pues no dimensionaba el significado de vivir en Cristo y para Cristo.
Porque para Dios, los vivos, son los que tienen a Cristo en sus vidas, y los muertos, (muertos espiritualmente), son los que no le han entregado aún su corazón a Cristo. “El que cree en mí aunque esté muerto vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”… Juan 11: 25- 26. Seguir a Jesús, en vez de la muerte, implica ser invitado a la vida y anunciar esa vida que hay en Dios.
3. Verso 61, 62. Este hombre, como el hombre que se menciona en los versículos 59 y 60 pide permiso a Dios para desobedecerlo cuando le dice: “te seguiré, Señor, pero déjame, primero despedirme de los de mi casa”. Los obstáculos para seguir a Jesús de manera inmediata, pueden ser muchos, en el caso de esta persona, es su apego a la familia. No es que Dios sea ajeno e insensible frente a los vínculos afectivos que como hijos de Dios debemos mantener con nuestra familia de sangre;
Ya que ella es la base de la sociedad y fue constituida por Dios desde el principio. Nadie, que se considere miembro de la familia del Padre celestial, tierno y amoroso como el nuestro, pensaría semejante cosa. Lo que Dios quiere es que le demos el primer lugar a él como corresponde. Pues él, que es Dios, se encargará de cuidar de los nuestros.
He ahí, también, que para seguir a Jesús, debemos confiar en que Él suplirá el vacío que sintamos lejos de quienes amamos, y les proveerá, tanto a ellos como a nosotros, todo lo necesario, especialmente su perfecto amor. Vemos igualmente a este hombre preocupado en lo que va a dejar, (no olvidar), pues estemos donde estemos, nuestra familia humana será siempre nuestra familia, y, sólo con la muerte terrenal, se romperá el vínculo que nos une a ella.
Este hombre, como podemos apreciar, se preocupa más en lo que ha de dejar, que en lo que ha de ganar: Redención y vida eterna. Incluso, es probable que sienta temor por las consecuencias que le traerá el no despedirse de los de su casa: Recriminaciones por haber sido ingrato, miedo a perder la herencia, a que se vea deteriorada su auto imagen de hijo bueno o que a su regreso sus padres hayan fallecido y se culpe de ello.
En conclusión, el seguimiento a Cristo, más que una emoción, es una decisión de entrega absoluta y confiada, que trasciende nuestra individualidad, y todas nuestras aspiraciones y apegos terrenales, ya que Él nos anhela profundamente, no porque nos necesite, sino porque nos ama, desde antes de la fundación del mundo. Pues nos hizo para sí, para gloria de su nombre.
Y, como Dios que es, no comparte su soberanía y su gloria. Es por eso que en el libro del Apocalipsis, atribuido al apóstol Juan, dice que Él a los tibios los vomitará de su boca. Apocalipsis 3: 16.
Te invito a orar conmigo
Si seguirte a ti es vivir, hazme morir diariamente, morir a lo que me aleja de una tan preciosa fuente. Que pueda decir: Señor: ¡Tengo vida, estoy alegre! Y que ese gozo, oh Jesús, perdure en mí eternamente. Amén.
9:58 Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
9:59 Y dijo a otro: Sígueme. El le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
9:60 Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.
9:61 Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.
9:62 Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.