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Un hombre amado y amoroso - Lucas 7:47
Estudio Biblico
Mi padre murió de COVID el 4 de enero del año pasado. Mi madre murió de COVID solo 48 horas y 3 minutos después. En ese momento, perder a ambos padres con dos días de diferencia me pareció mucho más de lo que podía soportar.
La profundidad del dolor y la conmoción que sentimos mis hermanos y yo se agravó porque tuvimos que contarle a mamá sobre la muerte de papá por FaceTime. Fue la conversación más difícil que he tenido, y estamos bastante seguros de que la devastadora noticia de la muerte de su esposo contribuyó significativamente a que muriera tan poco tiempo después. Habiendo estado separada durante una semana por dos pisos de hospital, perdió al hombre que más amaba sin tener la oportunidad de despedirse.
Comparto las circunstancias de la muerte de mis padres porque creo que resaltan la clase de hombre y esposo que fue mi padre.
En la salud y en la enfermedad
Durante casi 56 años, mi padre amó a mi madre con un amor feroz y abnegado, tanto en la salud como en la enfermedad .
Mi madre estuvo gravemente enferma durante más de la mitad de su matrimonio. Cuando yo tenía 15 años, estaba a días de morir de colitis ulcerosa, contra la que había luchado durante varios años. Si no hubiera sido por Dios que la puso en el hospital que tenía el único cirujano en el país que era capaz de hacer esta cirugía particular para salvar vidas, ella habría muerto.
En esos muchos meses de sufrimiento, fui testigo de cómo mi padre la cuidaba con amor cuando el dolor era tan intenso que el único alivio que podía imaginar era morir y estar con el Señor. Era profesor de música de tiempo completo durante la semana y era el ministro de música de nuestra iglesia los domingos. Y siempre fue un padre muy presente para sus tres hijos. Cuando tenía 15 años, el cuidado de mi padre por mi madre estaba marcado diariamente por un amor que podía observar pero no comprender.
En 1999, a mi madre le diagnosticaron cáncer de ovario en etapa 4. Una vez más, el sufrimiento de ella fue intenso y el cuidado de él fue notable. Mi esposa y yo éramos maestros en ese momento, y estábamos libres durante el verano, así que decidimos tomar el viaje de nueve horas para vivir con ellos durante un mes. Oh, qué mes fue ese. Su amoroso cuidado por mi madre en su enfermedad permaneció indomable. Él amó; me maravilló
Y en Humildad
Para que mis reflexiones anteriores no lo tienten a pensar que mi padre no luchó con la tentación y el pecado, hizo algo que me ha impactado aún más que su amor por mi madre. De hecho, creo que tiene la clave para comprender cómo amaba de la forma en que lo hacía.
A lo largo de todos mis años de crecimiento, desde la primaria hasta la secundaria, si mi padre se daba cuenta de que había pecado contra mí (o contra mis hermanos), venía y me decía algo como: "Daniel, me equivoqué al hacerlo". dilo. ¿Me perdonarías por haber pecado contra ti?”. Mi padre nunca se limitó a disculparse. Si pensaba que había pecado contra mí, me pedía perdón.
Cada vez que mi padre hacía eso, crecía mi admiración y respeto por él. He aquí un hombre , pensé, que camina en humildad ante Dios y ante los demás. Aún más que su feroz amor por mi madre, mi padre pidiéndole perdón a sus hijos me ha impactado y formado, principalmente por lo que me reveló acerca de su Dios.
Cielos de pergamino hecho
Mi padre era un músico consumado. Lo recuerdo contándonos a los muchachos de la época en que Stan Kenton, el rey de las big bands en los años 40 y 50, lo reclutó para tocar la trompeta para él. Sin embargo, por todo el amor que mi padre tenía por el jazz, amaba aún más la música sacra.
Durante décadas, mi padre enseñó música en universidades cristianas y, mientras lo hacía, también dirigía la adoración los domingos en nuestra iglesia. Mi madre tocaba el piano mientras él dirigía el coro y dirigía la adoración corporativa.
Esto fue en los días en que las iglesias tenían “música especial” en el servicio de adoración. Durante los muchos años que escuché a mi padre cantar solos, la canción que me dejó la impresión más profunda (y probablemente lo escuché cantar más de veinte veces) fue la canción “El amor de Dios” de Frederick M. Lehman.
El amor de Dios es mucho más grande de lo
que la lengua o la pluma pueden expresar.
Va más allá de la estrella más alta
Y llega al infierno más bajo.
La pareja culpable, inclinada con cuidado,
Dios entregó a su Hijo para ganar;
A su hijo descarriado lo reconcilió
y lo perdonó de su pecado.
¿Podríamos con tinta llenar el océano,
Y los cielos fueron hechos de pergamino;
Si cada tallo de la tierra fuera una pluma,
Y cada hombre un oficio de escriba;
Escribir el amor de Dios arriba
Secaría el océano;
Ni el rollo podría contener el todo,
aunque se extendiera de cielo a cielo.
Cada vez que la cantaba, mi corazón ardía dentro de mí. Esta es la canción que reveló lo que hizo latir el corazón de mi padre. Era un hombre que veía el amor del Padre escrito en grande y no podía superarlo. Cada vez que él cantaba del amor del Padre, sabías que estaba cantando “para alabanza de la gloriosa gracia [del Padre]” ( Efesios 1:6 ).
combustible de su amor
A menudo, cuando pienso en mi padre, mi mente va a Lucas 7 , donde leemos acerca de la mujer pecadora que derramó lágrimas sobre los pies de Jesús. Ella “los secó con los cabellos de su cabeza y besó sus pies y los ungió con el ungüento” que traía consigo ( Lucas 7:38 ).
Cuando se enfrenta a un fariseo por permitir que una mujer pecadora lo toque, Jesús le dice: “Te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho” ( Lucas 7:47 ). Jesús no está diciendo que la mujer fue perdonada porque amó mucho. No, él está diciendo que la evidencia de que ella fue perdonada fue que amaba mucho.
Si decimos: “Ha llegado el verano, porque la temperatura ha alcanzado los 100 grados”, no queremos decir que haya llegado el verano debido a la alta temperatura. Nos referimos a que la prueba de la llegada del verano es el calor abrasador. O, para decirlo de otra manera, el efecto del verano es un clima de 100 grados. El amor de mi padre por mi madre y la humildad necesaria para pedirme perdón fue la evidencia y efecto del gran amor del Padre por él, por el cual fue perdonado de todos sus pecados. Amaba mucho porque había sido perdonado mucho.
¿Qué más podría querer un hijo?
Durante las muchas décadas que vi a mi padre cuidar a mi madre, Dios el Padre, en su gracia, me había dado un vistazo regular de algo de lo que significaba para Cristo amar a la iglesia y entregarse a sí mismo por ella ( Efesios 5:25 ). Mi padre amaba a mi madre como lo hizo porque no podía superar cómo Cristo lo había amado.
Pero ese tipo de amor no se limitaba a mi madre; se derramó en cómo amaba a sus hijos, en cómo me amaba a mí. Mi padre fue bueno conmigo, misericordioso, perdonándome y humillándose para pedirme perdón, porque Dios en Cristo lo había perdonado ( Efesios 4:32 ). Era inquebrantablemente humilde porque sabía cuánta misericordia había recibido en Cristo.
Cuando miro hacia atrás en la vida de mi padre, me queda claro que fue llevado por el amor, no por un amor hecho por él mismo, sino por el amor del Padre en Cristo Jesús, derramado en su corazón por el Espíritu Santo ( Romanos 5:5 ).
Oh, cómo lo extraño. A mis ojos, su vida fue vivida para alabanza de la gloriosa gracia del Padre. ¿Qué más podría desear un hijo?
Dan Cruver
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