DEVOCIONAL FAMILIA - I. VIVIR ES CRISTO | Isaias 56:7-0 | 0 | 1143
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“El Amor intercede” . . . mi casa será llamada casa de oración. . . (Isaías 56:7) - Isaias 56:7-0

Estudio Biblico


 

 Cuanto más crecen los hijos, más impredecibles se vuelven sus vidas. Cada vez hay más oportunidades para los deslices y las desilusiones. Más posibilidades de que las personas equivocadas les susurren pensamientos subversivos al oído. Más maneras en que sus decisiones pueden volverse en su contra. Sin importar cuán inteligente o sabio seas, tus hijos igual están expuestos a circunstancias y sorpresas más allá de tu alcance. No siempre podrás protegerlos o controlar lo que suceda a su alrededor. No obstante, el amor tiene una estrategia de batalla y un plan de respaldo estelares.

 

Se trata de la ORACIÓN. Dios entiende y ama a tus hijos más que tú. Puede verlos cuando no los ves. Puede ir con ellos, cuidarlos y guiarlos cuando tú no puedes. Y te invita a dejarlos en Sus brazos amorosos, junto con cualquier otra inquietud. Su Palabra nos dice. . . « . . . derramad vuestro corazón delante de Él . . . » (Sal. 62:8) «Pedid, y se os dará . . . » (Mat. 7:7). «Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?» (Mat. 7:11).

 

 No hay nada más poderoso que puedas hacer por el bien de tus hijos que ponerte de rodillas y orar con sinceridad por ellos. No obstante, la oración no es una mera reacción frente a la crisis actual de nuestros hijos; es una oportunidad de hablar con Dios en forma habitual sobre cada área de sus vidas. De nuestros labios a Sus oídos, deberíamos orar por ellos, con ellos y alrededor de ellos a menudo. Hay algunas claves para hacerlo bien. La Escritura enseña que para que no haya obstáculo para nuestra oración, debemos conocer a Dios (Juan 14:6), estar a cuentas con Él (Sal. 66:18) y con los demás (Mar. 11:22-26; 1 Ped. 3:7), y tener el corazón limpio, con humildad y fe (Sant. 1:5-8; 4:6).

 

Entonces, en virtud del acceso a Dios que Jesucristo consiguió para nosotros mediante Su sacrificio en la cruz, podemos acercarnos «con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna» (Heb. 4:16). Al unir nuestros corazones con Él en oración y mantener nuestros pensamientos y deseos en coincidencia con los Suyos, nos ubicamos en la posición de lograr más beneficios por nuestros hijos que con cualquier otra cosa que hagamos en la Tierra (Juan 15:7). Al orar, obtenemos discernimiento y sabiduría divinos sobre la vida y las necesidades de nuestros hijos. Con amor, podemos pedir que el Señor los proteja y les provea lo que necesiten, que los prospere y los bendiga, los guarde y los guíe.

 

Nuestra intercesión nos permite pararnos en la brecha frente al mal y la tentación, y pedirle a Dios que los guarde y los fortalezca. En oración, podemos unirnos a Él en la batalla (Ef. 6:10-19) contra las fuerzas espirituales que podrían «robar y matar y destruir» sus sueños y su futuro (Juan 10:10). Pero la oración no solo los defiende, sino que también tiene un impacto positivo sobre sus vidas. Más eficaz que nuestra insistencia, la oración habitual en el hogar los atrae más a Dios, mientras que quita su atención de los problemas y la dirige a Aquel que tiene todas las respuestas. Orar junto con nuestros hijos los lleva a respetar a Dios, pero también a la esperanza y la seguridad de que puede proveer todo lo que necesitan para vivir para Él.

 

Si no sabes por qué orar, considera qué te preocupa. Tus inquietudes son simplemente cargas que llevas con tus propias fuerzas y que todavía no has dejado completamente en manos de Dios (Fil. 4:6-7 La oración es un idioma de amor. Tendríamos que hablarlo con la misma naturalidad con que respiramos. Con la misma regularidad con que llevamos a nuestros hijos a la escuela o les preguntamos cómo estuvo su día, podemos enfrentar cualquier problema que surja en sus vidas poniéndolo en oración. Así que, enséñales a ser sabios y cuidadosos, pero confíaselos al que tiene el éxito y la seguridad de ellos en Sus manos omnipotentes (Sal. 127:1-2). La oración deja que el amor te eleve a nuevas alturas, para que tu corazón pueda descansar bajo la sombra del Omnipotente.




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Isaias 56
56:7 yo los llevaré a mi santo monte, y los recrearé en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos.

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