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¿Cómo los objetos y el diseño del tabernáculo apuntan a Cristo? - Exodo 25:9

Estudio Biblico


Muchos lectores de la Biblia, si la leen de forma sistemática y continua, cuando lleguen a ciertos pasajes se enfrentarán con la tentación de ojear un poco por encima o simplemente saltar la sección. Esta tentación podría surgir porque consideran que el texto sea demasiado difícil de entender o porque su contenido no parece aportar mucho al entendimiento de la fe cristiana.

¿No es una experiencia común disfrutar el hecho de leer un capítulo de un Evangelio o de una carta de Pablo, los cuales nos resultan más fáciles de abordar que, por ejemplo, una genealogía, el libro de Levítico o la descripción del tabernáculo? Respecto a esto último, se dedican los capítulos 25-30 de Éxodo para detallar las órdenes de su construcción y los capítulos 36-40 para relatar cómo se llevó a cabo.

El espacio dedicado a la descripción del tabernáculo nos indica que tiene una importancia enorme, sobre todo porque sirve como «copia y sombra de las cosas celestiales» (Heb 8:5). Por ello la orden dada por el Señor: «Conforme a todo lo que te voy a mostrar, conforme al diseño del tabernáculo y al diseño de todo su mobiliario, así ustedes lo harán» (Éx 25:9).

Sin el afán de incurrir en una tendencia alegórica, me gustaría sugerir algunos hilos que encuentran sus raíces en esta sección de las Escrituras, los cuales nos dirigen a las realidades cumplidas en la obra de nuestro Salvador. Es decir, quiero destacar la importancia histórico-redentora que tiene el diseño del tabernáculo, basándome en una hermenéutica cristocéntrica enfocada en el Sumo Sacerdote que «ha obtenido un ministerio tanto mejor» (Lc 24:27; Heb 8:6). Los comentarios se limitarán a algunos elementos del diseño y algunos objetos dentro del tabernáculo; no se abordará su arquitectura y forma como representación del cosmos entero y una imagen del mismo Edén/Nueva Jerusalén.1

¿Qué representan los objetos y el diseño del tabernáculo?
Comenzando desde la zona más importante de la construcción, tenemos el arca del pacto. Se sitúa en el Lugar Santísimo. Está hecho de madera incorruptible, lo que representa la presencia del Señor con la centralidad de la ley y los querubines que recuerdan al lector el grave obstáculo que suponían los mismos a la entrada del Edén (Éx 25:10-22). Sin embargo, es importante notar el comentario esperanzador dicho a Moisés: «Allí me encontraré contigo» (Éx 25:22), es decir, el Señor y Su Mediador elegido se encuentran aquí por medio del sacrificio de Cristo, el Cordero definitivo ofrecido para salvación eterna (Heb 7:26-27).


Si bien el texto nos habla de los utensilios para las libaciones (Éx 25:23-29), es un área en la que no solemos profundizar o considerar demasiado, como los otros tipos de ofrendas y sacrificios. Aunque no se desarrolla de forma muy clara en la teología del Antiguo Testamento, derramar una ofrenda líquida era una práctica común en el Antiguo Cercano Oriente. Quizás el agua que caía con la sangre del costado de Jesús después de su muerte en el Calvario sería un cumplimiento de lo mismo (Jn 19:34). Su entrega es lo que nos lava y nos purifica.

En Éxodo 25, leemos la descripción del pan de la Presencia o de la Proposición, el cual tenía la función de representar a cada tribu en este lugar santo (Éx 25:30). El pan se presentaba de forma continua como un recordatorio del pueblo que se presentaba en su totalidad delante de Dios. Por supuesto, en Cristo tenemos el gozo y el privilegio de disfrutar de la intercesión del Gran Sumo Sacerdote, quien viene a ser nuestro pan de vida (Jn 6:1ss.), que quita el hambre espiritual y satisface para siempre, en contraste tanto con el maná en el desierto y el pan de la Presencia que se debía cambiar a diario en el tabernáculo y después en el templo (1 S 21:6). De forma parecida, el candelabro servía como copia y sombra del árbol de vida y que ardía de nuevo de manera contínua, igual que la Luz del mundo alumbra a las personas (Éx 25:31-40; 27, 20; Jn 8:12).
Otro elemento a tener en cuenta sobre el estilo de fabricación de cada objeto es el patrón de que cada uno sea de una sola pieza, es decir, íntegro. Sin ruptura ni división en partes, ni imperfección alguna. Esto nos llama a una adoración holística, en espíritu y en verdad, lo que significa que involucra nuestro ser entero en respuesta al Cordero de Dios que se ofreció como un holocausto íntegro.

Y ¿qué diremos sobre el velo cubierto de querubines (Éx 26:31)? Debía ser una pieza de fabricación única y de igual manera íntegra. Los querubines protegieron la entrada al Lugar Santísimo —igual que en el Edén— hasta que el velo fuera partido de arriba hacia abajo en el momento del sacrificio del Cordero santo, que terminó con toda necesidad de sacrificio (Mt 27:51). El propiciatorio ya no se encuentra dentro de un Lugar Santísimo, sino en una persona santísima, nuestro Sumo Sacerdote y representante de un pacto nuevo y eterno (Mt 26:28).

Para ofrecer un último ejemplo, sería fácil perdernos entre los detalles de las vestiduras sacerdotales hasta que nos demos cuenta de cuántas veces se menciona y, por tanto, se enlaza a la representación y memorial del pueblo delante el Señor (p. ej., Éx 28:9-30) y para la seguridad del sacerdote que entraba a representar al pueblo en el lugar santísimo (Éx 28:31-35). Es más, los sacerdotes en sí son consagrados y serán santos para el Señor, ungidos (hb. mashaj) con el aceite de la santa unción (hb. mishjá; Éx 29:7; 30:30; cp. con la palabra hebrea mashiaj o «Mesías»). Estos ofrecieron sacrificios ajenos para su propia consagración y ofrendas por parte del pueblo y por su propio pecado, mientras que el Sumo Sacerdote perfecto y sin pecado se ofreció a Sí mismo por los pecados de otros.

¿Qué importancia tiene la morada del Señor entre Su pueblo?
El tabernáculo, el templo y la imagen de Sión, con todo lo que abarcan, encontraron su función principal en proporcionar el lugar del descanso de Dios:

«Este es mi lugar de reposo para siempre; aquí habitaré, porque la he deseado» (Sal 132:14; este pasaje se refiere a Sión, v. 13).
«Conocerán que yo soy el Señor su Dios, que los saqué de Egipto para morar yo en medio de ellos» (Éx 29:46).

Sin embargo, incluso el templo con toda su grandeza no sería suficiente para tal función (Is 66:1). No obstante, los sacrificios y las ofrendas no han perdido relevancia en su significado por la obra de Cristo. La representación del pueblo delante de Dios y la intercesión de un Sacerdote Ungido y consagrado sigue en vigor. La necesidad del perdón llevado a cabo por un encuentro entre el Señor y nuestro Mediador, evidentemente forma el centro de nuestra fe. Por tanto, todo lo que apunta a Jesucristo en esta sección de Su Palabra y todo lo que facilita y significa la morada del Señor entre Su pueblo tampoco ha perdido su importancia.

La encarnación del Hijo de Dios comunica esta realidad y, hasta el día de hoy, el Señor sigue realizando estas mismas funciones que se realizaban en el tabernáculo, pero en la esfera espiritual por medio de Su Espíritu Santo en Su pueblo y sin necesidad de un nuevo sacrificio. Demos gracias al Señor por ello.



IAN ATKINSON



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