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Pastor, ayuda a tu iglesia a cuidarse del individualismo. - Efesios 3:4-6

Estudio Biblico



JOSÉ MERCADO

Vivimos en un mundo individualista. Es cada vez más claro que el énfasis de nuestra cultura está en la definición autónoma del individuo. Como Carl Trueman presenta en El origen y el triunfo del ego moderno, la sociedad en que vivimos está formada con la idea de que el individuo es quien gobierna su vida.

Una de las muchas maneras en que podemos ver esto es en el auge de ideas posmodernas sobre una sexualidad que no está basada en la ley natural o los principios bíblicos, sino en definiciones individuales de la realidad que cada persona percibe o prefiere. Por ende, hoy vemos a personas diciendo que son mujeres cuando biológicamente son hombres y viceversa.

¿Cómo podemos los pastores ayudar a nuestras congregaciones a responder y no sucumbir ante esta y otras expresiones de individualismo en nuestra cultura? Nuestra respuesta debe reconocer la importancia de proteger la comunión en nuestras iglesias.

Nuestro rol pastoral
Como pastor, medito mucho en las epístolas pastorales, 1 y 2 de Timoteo. Ellas están cercanas a mi corazón porque definen mi rol en la iglesia. En ellas, vemos que uno de los énfasis del apóstol Pablo es ayudar a Timoteo a proteger la comunión entre los creyentes, cuando tal comunión es fortalecida por medio del evangelio. De igual manera, en mi enseñanza quiero comunicar que lo que debe definir nuestra comunión es el evangelio de Cristo, ya que esto es lo que crea una verdadera unidad entre los creyentes (Ef 3:4-6).

Pablo advierte a Timoteo sobre falsos maestros que traen vientos de doctrinas que pueden afectar la unidad que tenemos en el evangelio (1 Ti 6:3-5). En estos días, como mencionamos, estos vientos de doctrina vienen soplando en el tema del individualismo extremo. Así que debemos ayudar a nuestras iglesias no solo a distinguir fallas morales en la sociedad, sino también las filosofías detrás de ellas. Al hacer esto, cumpliremos con nuestro rol de proteger la unidad de la iglesia y la comunión de los hermanos.

Respondiendo a la revolución sexual
Por ejemplo, ¿qué tiene que ver el individualismo que define a la revolución sexual actual con el tema de la comunión entre los creyentes? Desde mi perspectiva, están íntimamente relacionados y es importante mostrarle esto a nuestras congregaciones. Una de las formas en que la iglesia contrarresta la presión cultural, y se comporta de forma contracultural, es afirmando una cosmovisión bíblica sobre la vida en comunidad.

Lamentablemente, muchas veces batallamos contra las agendas culturales dañinas solo desde una perspectiva ética-bíblica y no también desde una perspectiva filosófica-bíblica. Simplemente le decimos a nuestros hijos las reglas morales (no fornicarás, no adulterarás) y que el matrimonio está formado por un hombre y una mujer, pero no les decimos que las filosofías del mundo están atacando esta institución. Fallamos en explicar que el frente de ataque actual es una cultura que adora al «yo» y en la cual definimos lo real basándonos solo en nuestra sensación de felicidad. Al no presentar la parte filosófica, permitimos que la misma idea errada entre por otras avenidas y al final socavan las convicciones meramente éticas.

De hecho, los creyentes no somos ajenos a esas influencias culturales porque aun nosotros abrazamos algunas ideas de ese individualismo extremo en nuestras vidas. Damos prioridad a nuestros deseos personales y dejamos de congregarnos cuando no queremos hacerlo. Les decimos a nuestros hijos que ellos pueden ser lo que ellos se propongan y no les enseñamos a morir a ellos mismos por el bienestar de la comunidad de creyentes. Esta es una receta para que la nueva generación abrace una visión individualista de la vida, que da pie a la moral liberal de la sexualidad, porque al final del día las reglas éticas no proveen convicciones. Solo el evangelio, en conjunto con argumentos consistentes, nos ayuda a tener y formar verdaderas convicciones bíblicas.

Entonces, ¿deseamos proteger a nuestros hijos frente a la revolución sexual? Más que decirles que la promiscuidad es pecado, debemos darles una visión de cómo Dios ve el mundo. Dios no creó al ser humano para que viva individualmente encontrando su realización en desarrollar una imagen propia a su conveniencia y sin considerar a los que están a su alrededor. Esto no solo traerá destrucción a la sociedad en general, sino que quitaría toda satisfacción de vivir. Dios nos creó para reflejar su imagen en medio de la comunidad de aquellos que reflejan su imagen. No solo debemos decirles esto a nuestros hijos, sino también mostrarles en nuestras vidas cómo el evangelio nos hace morir a la esclavitud del «yo» para vivir en la libertad de la comunidad.

Cultiva una cosmovisión bíblica integral
Aquí es donde la iglesia ha fallado en desarrollar una cosmovisión bíblica integral. El cristianismo no es solo un grupo de edictos y pasos a seguir para llegar al cielo. Es el mensaje del poder del evangelio para salvación del creyente (Ro 1:16), el cual ahora debe informar cómo vivimos de una manera integral (Ef 4-6; Ro 12:1-2). Por lo tanto, los pastores debemos compartir una cosmovisión integral con nuestras iglesias que incluya la vida en comunidad.

Esta vida en comunidad no es un simple mandamiento. Por ejemplo, el mandato en Hebreos a no dejar de congregarnos es un llamado más amplio que solo asistir a las reuniones de la iglesia (10:24-25). Nos muestra que ya no somos solo seres individuales y sin dirección en esta vida, sino que ahora somos parte de un pueblo que vive bajo el señorío de Cristo y nuestras vidas están sometidas a Él. Gran parte de este sometimiento, y la afirmación de nuestro estado como redimidos, se refleja en nuestro compromiso hacia la comunidad de creyentes. Así vamos en contra del espíritu de individualismo que permea en nuestra sociedad.

En este tiempo donde el mundo es definido más que nunca por el «yo», los cristianos debemos vivir alrededor del compromiso que tenemos dentro del pacto de la gracia, afirmando la vida en comunidad. No me refiero a que debemos tomar, por ejemplo, las costumbres de los menonitas, quienes van a un extremo y se visten todos de una misma forma. Lo que propongo no es homogeneizar, pero sí ser radicales en morir a nuestro «yo». ¿Cómo lo hacemos? Al centrar nuestras vidas en el evangelio y por ende en la comunidad de creyentes.

Hacia un cristianismo sin individualismo
Esto requiere que repensemos nuestra comprensión del evangelio. Uno de los problemas que tenemos hoy es que el mundo evangélico ha presentado en su retórica una salvación muy individual. Es cierto que, como Martin Lutero afirmaba, llegará un día en que cada persona rendirá cuentas ante Dios individualmente. Sin embargo, no podemos olvidar que nuestra salvación individual es vivida y afirmada en comunidades de creyentes.

Esta es una verdad para enfatizar en nuestros días de individualismo extremo. Por ejemplo, en los últimos años se ha hecho énfasis en cómo luce una iglesia saludable, y eso es bueno. Sin embargo, en esos argumentos pocas veces escucho el rol dado por Dios a los creyentes, de que semanalmente afirmemos nuestra permanencia en la comunidad del pacto de Dios cuando nos congregamos con otros creyentes. Una de las principales herramientas para que puedas estar seguro de tu salvación es que tu comunidad local pueda afirmar que eres parte del pacto. Eso solo se logra cuando vives en comunidad y otros conocen tu vida.

De hecho, el Nuevo Testamento hace referencias constantes en plural sobre los redimidos. Somos el pueblo de Dios, una nación santa, llamados a ministrarnos los unos a los otros (1 P 2:9; Gá 5:13). Así que los pastores debemos dar a nuestras congregaciones una visión del evangelio que muestre que la salvación que recibimos por medio de Cristo nos une a Cristo y por ende a Su cuerpo (1 Co 12:12-27).

Es por todo esto que nuestro caminar en comunidad no es simplemente transaccional; es decir, no se trata en primer lugar de nosotros y lo que obtenemos a cambio. No vamos a la iglesia para no sentirnos solos o para encontrar personas que nos puedan ayudar en aspectos prácticos de la vida. Vamos a la iglesia en primer lugar para afirmar lo que somos: no simples individuos, sino miembros del cuerpo de Cristo. El evangelio define la realidad de lo que somos, y lo que somos es parte de una comunidad. Esto hace imperativo que nuestras vidas estén centradas en una expresión local de la comunidad universal de creyentes.

Conclusión
En este mundo hiperindividualista, es crucial que los pastores sirvamos a nuestras iglesias ayudándoles a entender qué es lo que nos une como creyentes. Eso nos ayudará a cultivar convicciones que afirmen nuestro compromiso a vivir en comunidad y abandonar una forma de vida individualista extrema. Sí, Dios nos salva individualmente, pero lo hace para que seamos parte de su pueblo escogido. Por lo tanto, caminamos en la vida cristiana junto a este pueblo, y nos animamos, exhortamos y corregimos los unos a los otros.



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